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El panorama económico que se presenta ante Balears para los próximos meses es, como poco, muy preocupante. La marcha del turismo alemán es la guinda a una temporada desastrosa, marcada por el cierre del mercado británico. Los dos principales países emisores turísticos han incluido las Islas como destino poco seguros, un golpe definitivo a una campaña marcada por las consecuencias de la pandemia.

La expansión del virus está fuera de control, como evidencian las cifras crecientes de contagios, pero frente a esta coyuntura adversa al Govern le ha faltado osadía en la defensa de los intereses del Archipiélago. Durante semanas, el Govern ha podido comprobar cómo sus demandas eran desoídas por parte del Gobierno, tanto a la hora de reclamar más control sanitario de los pasajeros que llegaban a los puertos y aeropuertos, como la garantía de que se mantendrá la protección social de los trabajadores afectados por los ERTE hasta final de año.

La debilidad de Balears resulta obvia, y sus consecuencias nefastas. Hay en el sector empresarial de Balears una queja sobre la falta de iniciativa propia para exponer la realidad de la incidencia de la covid-19 ante las autoridades alemanas, un gesto imprescindible ante la falta de compromiso del Gobierno español en una cuestión esencial para nuestro futuro económico. Los aciertos del Govern en esta crisis meses atrás se han malogrado.