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Reanudar la vacunación en Balears debería tener una lectura positiva. Sin embargo, la realidad no invita al optimismo y los anuncios sobre la llegada de más dosis sólo generan escepticismo entre la población, porque las que se reciben no posibilitan un ritmo de inmunización ni ágil ni eficaz. Tampoco garantizan, como repiten desde el Gobierno central, el objetivo del 70 por ciento de población vacunada.

Derivar la raíz del problema a la falta de dosis en la Unión Europea supone asumir el avance de la pandemia y sus efectos, sanitarios y económicos. Los contratos millonarios con las farmacéuticas están resultando un fiasco. Las entregas son irregulares, con retrasos de dudosa justificación. Es el momento de exigir una reacción inmediata, pero tanto Bruselas como los estados miembros siguen impasibles.

Esta lentitud es exasperante, mientras aumenta la cifra de fallecidos. Países como Rusia o China exportan a numerosos países sus vacunas mientras la Agencia Europea del Medicamento aún no ha autorizado su uso en la UE. Mientras, Balears sigue a la cola de las comunidades en la vacunación pese a las promesas de una mejora para un futuro que nunca se cumplen. El descontento crece.