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La retirada de las tropas de Estados Unidos y sus aliados de Afganistán        -al que llegaron hace veinte años, tras los sangrientos atentados de las Torres Gemelas de Nueva York- constituye un severo error con directas repercusiones en toda aquella región y para el conjunto de la política internacional. Veinte años después, los talibanes han conseguido entrar en Kabul y el presidente Ashraf Ghani ha huido del país. Un fracaso, rotundo y doloroso, para los países que se habían comprometido a sacar al país de la barbarie de los islamistas.

El proceso constituyente abierto cuando los fundamentalista islámicos fueran descabalgados del poder por Estados unidos no ha prosperado. El Ejército afgano no ha sido capaz de oponerse a los líderes mujahidines, los grandes señores locales implicados en la acción bélica y quienes promueven la producción de heroína.     

Todo apunta a un retroceso que sufrirán las mujeres, a las que se niega su participación en actividades públicas y el acceso a la educación; el adoctrinamiento de los niños; un incremento del tráfico de heroína, la salida de terroristas islámicos, y la llegada masiva de refugiados a Europa. Un escenario que anuncia dificultades y nuevas tensiones.