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La caída de reservas en los hoteles a partir de la próxima semana, así como las bajas previsiones de ocupación para septiembre e inferiores en octubre, ponen de manifiesto lo atípico de la temporada turística de este año.

En el caso de Menorca, el turismo español -junto con la afluencia de visitantes franceses- ha amortiguado la acusada disminución en la llegada de turistas británicos y de otras nacionalidades.

Un año más se repite en agosto la saturación en toda la Isla, lo que provoca agobio, aglomeraciones, colas y demoras; las infraestructuras no están dimensionadas para soportar los miles de turistas que se concentran en el territorio insular durante los mismos días del año, junto con quienes son propietarios de viviendas y que  vienen estas mismas fechas.

Julio y agosto ni solucionan la temporada ni salvan el ejercicio, lastrado por la pandemia del coronavirus. Un año más volveremos a debatir el ‘modelo propio’ pero se repite la misma masificación. Lo relevante y urgentes es reducir la punta de ocupación de agosto para conseguir el gran objetivo pendiente: la desestacionalización de la actividad turística en Menorca, pendientes de la evolución del mercado laboral y los ERTE.