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Al llegar al ecuador de la legislatura el balance del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos    presenta unos resultados alejados de los pronósticos catastrofistas. La gestión de la pandemia no pasa, al menos en apariencia, factura al presidente Pedro Sánchez, que protagoniza la acción política, en especial desde la salida de Pablo Iglesias del Consejo de Ministros. Las controversias con Unidas Podemos son de baja intensidad y se mantienen los apoyos parlamentarios con los bloques nacionalistas e independentistas de Cataluña y el País Vasco.

Además, la crisis sanitaria, económica y social no erosiona la gestión gubernamental con una oposición bulliciosa que intenta acorralar al líder socialista.  La principal característica del modo de gobernar de Sánchez es su tono lineal, alejado de la estridencia. Sorprende su optimismo y la facilidad para ir modificando su relato para adaptarse a los nuevos escenarios. Prueba de ellos es la reforma laboral que mantiene en gran parte la normativa del PP, apoyada por sindicatos y empresarios. Sin embargo cabe preguntarse hasta cuándo soportará el Gobierno que los temas más conflictivos sigan pendientes, como es el caso de Cataluña, o que los socios -aliados y adversarios políticos- busquen su propio espacio. Los próximos dos años de la legislatura pueden ser muy diferentes.