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La desaparición de las sucursales de las entidades financieras en Balears se ha acelerado: las 887 oficinas de 2015 se han reducido a 428. Este fenómeno afecta a la práctica totalidad de bancos y cajas, aunque en las Islas los cierres de oficinas se han producido en menor medida que en el resto de España. Tres    municipios de Mallorca -Deià Estellencs y Mancor de la Vall- ya carecen hoy de una sucursal donde los ciudadanos puedan realizar operaciones, lo que se trata de solventar con la presión de los ayuntamientos.

En una sociedad basada en la digitalización es imprescindible la relación con una entidad bancaria, la domiciliación de recibos es casi obligatoria y las relaciones con las administraciones implica la misma exigencia. El sistema no concibe un impositor que no disponga de internet o una tarjeta, modalidades que no siempre están al alcance de todos los clientes. El ajuste de los costes ha provocado este acelerado cierre de oficinas. El servicio de atención personalizada no se puede suprimir, aunque revertir la tendencia de fomentar la banca online no es factible. Tampoco se puede dar    por buena la desatención de clientes para los que la informática es un mundo inaccesible. La banca en su conjunto debe alcanzar un acuerdo global que garantice unos mínimos de accesibilidad a toda la sociedad.