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Zapatero se ha tragado de golpe tres años de propaganda y ha socializado la crisis. Si un buen gobernante es aquel que tiene visión de futuro, el presidente del Gobierno ha mostrado síntomas de una excelsa miopía, optó por matar al mensajero de los malos augurios, el ministro Solbes, en vez de afrontar con decisión y, sobre todo, a tiempo el mensaje. Si el problema se asume tarde el coste es más doloroso. Que se lo pregunten a los funcionarios, que parecían casta intocable de empleo seguro y sueldo fiel, y a los jubilados, ese colectivo que tanta demagogia sufre a costa de las pensiones.

Tarde, pero ha habido reacción y un encargo explícito al resto de administraciones para que hallen la senda de la austeridad, redimensionar aquellas estructuras burocráticas pensadas entre las alegrías de 2007 e insostenibles en las penas de 2010, racionalizar el gasto y cortar de una vez el grifo de las vergonzosas subvenciones al amigo. El ajuste que han hecho las empresas, a las que todavía se exprime con la subida del IVA, debe compartirse con esa gran empresa pública que suele jugar con ventaja. La actitud, además de la ley, también cuenta, ayer buscamos altos cargos comprometidos con esa línea de recortes, que dijeran que a partir del mes que viene un 15 por ciento menos de salario y no los hallamos. Sólo oímos balbuceos.