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C ompetir con dignidad, con respeto a las reglas de juego y al adversario, desde el esfuerzo por el triunfo en el que se cree, ha sido, es, y será el mejor medio para lograr victorias duraderas, que, incluso los mismos rivales llegan a reconocer.

Esta ha sido la gran lección de la selección española de fútbol, campeona mundial con todo derecho.

La evidente dignidad de sus jugadores, la ejemplaridad de su entrenador, han sido factores decisivos en su gran éxito, celebrado masivamente por los españoles, que confiaron, precisamente, en la dignidad y pundonor de su selección, incluso después del primer partido, el único perdido.

Dignidad de componentes del equipo, y del entrenador, y dignidad de la ciudadanía unida, superando intereses partidistas, constituyen un valor que debe ser resaltado, y propuesto como estímulo para el desarrollo de la vida normal en sociedades adultas como la nuestra

Competir, sin marrullerías, sin fraudes, sin prepotencias irritantes, ésta debe ser la norma.