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Sigo reflexionando sobre el II Foro Isla del Rey y me parece imposible que temas tan importantes y vitales, se traten sin lograr compromisos.

Parece mentira que algo tan crucial para la economía menorquina como es el turismo sea algo tan poco reconocido, sin que se altere la inercia de considerarlo como un tema de tertulia de sobremesa.

En el II Foro los participantes, personajes con talento y amplia mundología, apuntaron claramente a lo que para mí es prioritario, fundamental y urgente: Hay que consensuar una visión común, de lo que esperamos del turismo.

Este es un principio clave en el logro de cualquier objetivo. Todos los sujetos involucrados deben mirar hacia el mismo punto y trabajar en la misma dirección visualizando constantemente su meta. De no ser así, se dispersan los propósitos y lo único que se consigue es neutralizar el propio esfuerzo por lo que la meta común no se consigue. De no ser así cualquier esfuerzo es inútil pues provoca un gran desgaste personal y una tremenda desmotivación.

Menorca es "nuestra empresa, nuestro empeño" y el objetivo, de todos y cada uno de nosotros, debería ser el hacer de esta Isla un sitio donde poder vivir con dignidad. La propia consellera Balear de Trabajo y Turismo, Joana Barceló, reconoció en el II Foro ante más de 300 personas, que Menorca es una sociedad de servicios donde todas las actividades económicas serán pilotadas por el turista o, mejor llamado, "visitante".

Una señora del público lanzó una hipótesis: "¿y si los menorquines no quieren vivir del turismo?" ¡Ay señora mía! ¿podemos? ahí está la madre del cordero. Hay personas, aunque no muchas, que aun sueñan que este terruño nuestro podría volver a las antiguas épocas. Pero, tal y como señaló el economista Carlos Sebastián, eso es imposible, eso es "la pobreza". Hace tiempo, en una reunión de estrategia para aumentar la productividad y creación de trabajo, un grupo de políticos sugirió que la solución estaba en que todos nos dedicásemos a los servicios sociales.

Así pues, pongámonos de acuerdo habitantes, políticos, sectores económicos, empresariales, payeses… ¡hasta las vacas¡ deberían ser conscientes y sonreír pues forman parte del atractivo del visitante que las fotografía constantemente y que quizá, al paso que vamos, sólo se quedarán para eso, para ser modelos de artistas fugaces.

No sólo tenemos playas de ensueño y sol. Tenemos piedras antiquísimas que hablan del origen de nuestro modus vivendi, de magia y misticismo. Tenemos maravillosas edificaciones que nos cuentan del poderío que Menorca ostentó en el Mediterráneo en el siglo XVIII. Historias apasionantes de corsarios y piratas con las que una buena pluma podría hacer de ellas un best seller. Contamos con catedral, castillos, fortalezas, palacios e incluso cuevas para visitar y ofrecer al turismo un viaje en el tiempo inmerso en un ensueño.

Tenemos un Teatro Principal que es una joya y que día a día demuestra su empeño en el "bien hacer" con su magnífica temporada de Opera, sus espectáculos y su predisposición a abrir sus puertas a toda iniciativa que pueda ser nutritiva para nuestra cultura y satisfacción.

Si la sociedad menorquina comprende y acepta que es la guardiana de estas maravillas, ha de entender que son un bien de la humanidad y por ello reconocerlo como un legado para nuestros sucesores (quizá deberíamos entenderlo como el préstamos que nos hacen ellos) a los que hemos de pasarlas cuidadas y mejoradas.

No antepongamos el no, como bien apuntó uno de los ponentes, a cualquier idea y recordemos que hoy en día las iniciativas funcionan cuando son novedosas o cuando se desarrolla un producto que funciona mejor que los demás, es decir, con calidad.

Una gran aportación, bajo mi punto de vista, fue la que hizo el abogado Jaime Mairata sobre el tema de la payesía y el campo. Efectivamente ¡efectivamente! el campo menorquín es una de nuestras alternativas al sol y a la playa, pero no sólo como atractivo turístico sino como industria y como salvaguarda de nuestra seguridad ante peligros medioambientales, por ejemplo los incendios como bien apunta una y otra vez el amigo Paco Casero. Es también la coherencia a nuestro título de Reserva de la Biosfera y podría representar el futuro de una alimentación natural y biológica que hoy en día tanto busca el ser humano.

¿La mano de obra? Como también apuntó nuestro gentil invitado "hay que pagarla" y con ello sacaremos también al trabajador del campo de su crisis. ¿Qué no hay payeses? Lo que hay son personas mayores y fatigadas de brear en el campo y sin perspectiva de relevo, pero que pueden trasmitir su forma peculiar de laborar en el campo menorquín y hay un montón de inmigrantes, procedentes del campo en su gran mayoría, que estoy convencida estarían encantados de recoger el testigo y trabajar la tierra como modo de vida.

La formación, otro pilar de nuestro futuro ya sea turístico o no. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI, donde casi todas las comunicaciones, nos guste o no, se hacen en el idioma técnico por excelencia "el inglés", no tengamos un sistema educativo trilingüe? Eso no significa dar 3 horas de clase a la semana de la lengua anglosajona, significa manejarse en inglés lo mismo que en español o en menorquín. Así lo han asumido las sociedades nórdicas europeas consideradas como referentes educativos.

¿Cómo es posible que una sociedad que se dedica al sector servicios, recuerdo de nuevo que ha sido admitido públicamente por la Consellera de Trabajo y Turismo, no tenga una formación especializada de primera calidad para preparar a sus jóvenes? ¿Cómo no preparamos el camino de vuelta a casa a aquellos talentos que se nos van a estudiar fuera y que tanto necesitamos para el futuro y desarrollo de nuestra sociedad?

También se señaló en el II Foro, que hablar de turismo no ha de ser para Menorca hablar de grandes hoteles o del turista que todos identificamos como "guiri". Hay que vigilar nuestro turismo receptivo con mucha delicadeza pues de lo contrario mataría la gallina de los huevos de oro.

Deberíamos definir qué es "turismo de calidad" y recordar que una de las premisas ha de ser que muevan la economía menorquina, eso significa "gastar dinero" por lo tanto, por favor, tratémoslos bien a esos visitantes que deciden ir a cenar a un restaurante y se les da un servicio no sólo sin valor añadido sino sin profesionalidad. Tratemos bien a esos visitantes que van a comprar un diario y ni se les mira a la cara y algunos son incluso capaces de despedirles con cajas destempladas si el visitante hace cualquier amago de queja. Tratemos bien al consumidor al que se le piden precios abusivos para intentar salvar la temporada. ¡Cuidado! algún día ya no sabremos ni como recuperarlos.

Para finalizar me gustaría apuntar que los 40 destinos aéreos que señaló el ilustre ponente Miguel Aguiló, ex presidente de Iberia y Aviaco, son sólo en la época de verano y que nosotros, los menorquines, queremos tener trabajo todo el año y también queremos tener la oportunidad de salir todo el año a precios razonables ya que es nuestra única forma de superar nuestra insularidad. No es de recibo que ir a la capital de la provincia, donde tenemos todos que acudir para gestiones administrativas o médicas ineludibles, nos cueste 102 euros. Es el precio cerrado por 20 minutos de vuelo Sr. Aguiló. Pero, además, el problema de la crisis del turismo en nuestra Menorca del alma no es un problema puntual de la crisis actual, como acertó a señalar Iñaki Gabilondo, es un tema sin resolver que viene haciéndonos a todos dedicar montones de horas disertando a ver cómo se le pone el cascabel al gato.

Está claro que hay un rechazo desde la batuta de la Administración pues la cantidad de traspiés y burocracia que se le pone al visitante de larga estancia para hacer cualquier tipo de gestión es, simple y llanamente, una burla.

Tampoco hay que olvidar que el recelo de los conservadores ha hecho que esta Isla no se convierta en lo que nunca deberá ser y que gracias a ello aún somos una esperanza para aquellos visitantes que buscan un mundo tranquilo, un entorno seguro y un medio ambiente digno del ser humano. Ellos también deberán contribuir a encontrar nuestra visión común.

Y esta disertación se quedaría de nuevo en algo efímero que pasa tan rápido como el día en el que es publicada si no hiciera alguna aportación que respondiera al ¿y tú que propones? Pues yo propongo, lo primero encontrar un mediador neutral gestor de conflictos. Empezar una ronda de conversaciones con todos los agentes sociales y empresariales involucrados en el sector turístico así como recoger las opiniones de las asociaciones ciudadanas. Encontrarse con expertos en el tema que tengan capacidad de visión de futuro y tejer con todo la visión común. Trabajo arduo, sí señor, pero todo lo importante requiere un gran esfuerzo.

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Consultora de formación y estrategia empresarial
Consejera del Grupo de Comunicación Editorial Menorca