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Después de haber visionado un reportaje-denuncia que la Asociación de Vecinos de Es Castell ha confeccionado recientemente, relativo a la historia de la villa y también a algunos problemas que la acucian, llama poderosamente la atención la cuestión de los cuarteles de la Explanada. No nos vamos a extender en lo que denominaremos "el expediente de los Cuarteles de la Explanada de Es Castell", plumas más conocedoras del asunto ya se han pronunciado al respecto y el vídeo, que pronto estará a disposición de quien quiera verlo, es también muy esclarecedor. Pero sí quiero afirmar que, desde mi punto de vista, la gestión del problema a lo largo de los últimos años roza el surrealismo más patético y ha sido un baldón para los responsables, sin que a estos les haya asomado en el rostro y el corazón un ápice de vergüenza torera.

Ya, y por tanto ¿qué hacer con los cuarteles? Las voces del pueblo claman por que el de Cifuentes, ese de la izquierda según se entra a la Explanada por la calle Victori, pueda convertirse en un geriátrico o en un instituto de segunda enseñanza, ya que de ambos carece la villa. Por supuesto que estoy de acuerdo y apoyo la idea. Incluso diría que ¿por qué no las dos cosas? Y me da igual cómo lo solucionen los gestores, pero deberían hacerlo por el bien de la población, sobre todo por los más jóvenes que deben soportar la incomodidad de trasladarse a Mahón para estudiar y para los más ancianos, también por razones obvias.

Claro, me dirán lo de siempre, "no hay dinero" (además, evidentemente, de los problemas generados por la privatización del inmueble que nunca debió realizarse). Y yo les contestaré como he hecho otras veces.
Ya.

Además, el encaje de bolillos se inventó para estas ocasiones.

Añadiré también que los problemas que se presentan y que pueden dificultar la solución propuesta, ya de suyo mayúsculos, se agravan además con el estado de ruina del edificio, fruto del abandono y la desidia de los gestores (sean quienes sean), en una situación que clama, no solo al Cielo, sino a este, al Purgatorio y al Infierno juntos.

En el vídeo mencionado, las estancias del cuartel, otrora ocupadas por los Casacas Rojas con sus brillantes uniformes color de azarcón, son ahora la representación más genuina de el Horror de Conrad y del Síndrome de Diógenes, elevado a la categoría de gestión pública. Al entrar se observa un patio invadido de sacos llenos de escombros que nadie retira, un montículo de trastos en el que aparece, solo y abandonado a las tempestades, un muñeco de Shrek que por su deterioro parece más el muñeco diabólico. A su lado, como arropándolo, una nevera con la puerta abierta y llena de hediondos yogures caducados.

El vídeo recorre luego el espacio abierto, dirigiéndose a las habitaciones, donde los hierbajos se enseñorean de los suelos (la vida trata de brotar allí donde puede con gran fuerza, a pesar de los que tratan de detenerla). Luego, cuando el objetivo (algunos dirán que indiscreto) enfoca los entresijos del vetusto edificio, se encuentra con excrementos de caballo (lo que antes era probablemente la sala de estandartes del regimiento 61 británico, ahora está convertido en una cuadra), cristales rotos, cachivaches desparramados, techos desfondados, amontonamiento de objetos informes, herramientas llenas de robín (verd d'aram en el caso del cobre, diríamos aquí). Más adelante el ojo crítico del objetivo se dirige a la parte alta del edificio, allí, en las alas norte y sur, habitaron las familias de los oficiales británicos. Allí, digo, en lo que en su día debió ser apacible hogar en unos casos y nido de víboras en otros, el espectáculo se anima con capas y capas de excrementos de paloma, que utilizan las estancias como habitatge y también como cementerio, en el que yacen insepultos numerosos cadáveres de estos tiernos animalitos.

En fin, que reflexionaba yo el otro día sobre todos estos problemas y la rabia y la impotencia me han hecho escribir estas líneas. Reflexionaba, digo, y le daba todas las vueltas posibles, tanto desde el punto de vista de la solución social, como según mi natural curioso. En este último sentido, el de mi curiosidad, me hacía la siguiente pregunta: ¿murieron las palomas del cementerio de muerte natural o fueron asesinadas? No conseguía encontrar la respuesta, además los cadáveres están ya demasiado descompuestos como para hacerles la autopsia, pero mira tú, que de repente vino la luz y vi claro: las palomas habían muerto por culpa de los yogures caducados.

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