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Se conmemora en este año el 250 aniversario de la fundación del pueblo de San Luis. En su constitución inicial, allá por los años de los franceses en el siglo XVIII, hubo mucho tomate.

¿Qué se les había perdido, en 1761, a miembros de la alta burguesía domiciliada en Mahón-capital en la garriga de Binifadet? Pronto lo veremos.

Durante la dominación francesa en Menorca (1756-1763), en lo que parecía un repente, el gobierno francés cedió tierras del Real Patrimonio para urbanizar la entonces denominada garriga de Binifadet y así, junto a una iglesia monumental que sirviera de núcleo aglutinador, crear un nuevo enclave poblacional: lo que luego sería el pueblo de Sant Lluís.

La verdad, en principio la acción acometida por el gobierno galo no se entiende. En primer lugar, porque los franceses, desde el mismo momento de su llegada, eran conscientes de que la conquista de Menorca era temporal. En efecto: al margen del papel estratégico de la Balear Menor durante la Guerra de los Siete Años, la isla era, solo, una baza más en el tapete de negociaciones de paz con la Gran Bretaña durante esa contienda, en la que el fiel de la balanza se inclinaba hacia América donde, tanto los británicos como Francia, tenían sus principales intereses. Sobre todo en el Canadá.

Efectivamente: en aquellas guerras del XVIII, basadas en las ambiciones territoriales de los Príncipes, las negociaciones de paz comenzaban al mismo tiempo que la contienda y las plazas fuertes conquistadas no eran sino objetos de trueque en dichas conversaciones. Por eso en 1763 Menorca fue devuelta a Inglaterra. Francia prefirió quedarse con la Luisiana (vid. artºs VII y XII del Tratado de París).

Precisamente en el último artículo mencionado, se dice:

«L'Isle de Minorque sera restituée à Sa Majesté Britannique, ainsi que le fort St Philippe, dans le même Etat où ils se sont trouvés, lorsque la Conquête en a eté faite par les Armes du Roy Très Chretien, & avec l'Artillerie, qui y etoit lors de la Prise de la dite Isle & du dit Fort».

La devolución a Inglaterra de Menorca podría ser, pues, la causa de las obras efectuadas por los franceses en San Felipe, probablemente pactadas ya desde muy temprana hora, con lo que habría que descartar que dichas reconstrucciones obedecerían a planes defensivos franceses.

¿A qué, pues, parcelar, urbanizar la zona y erigir una monumental iglesia prácticamente a escasos dos años vista de su partida de la isla y a cuya construcción, además del Real Erario, contribuyeron tanto el gobernador conde de Lannion como el intendente interino Antoine de Causan de su propio peculio, cuando por culpa de la burocracia (¡ay la burocracia!) se retrasó el libramiento de caudales del estanco del aguardiente?.

Y eso que Causan era comisario de guerra, cargo que en aquella época, salvo honrosas excepciones, estaba ocupado por antiguos negociantes de los de "dos por dos son cuatro y me llevo los que puedo", encumbrados por algún amigo político.

Sí, se iban a ir y en 1761, dos años antes de ceder de nuevo la isla a la Gran Bretaña, ya lo sabían. Precisamente por eso, porque se iban a ir, hicieron lo que hicieron. El motivo principal: contentar a la burguesía mahonesa creando, por tanto, una corriente francófila en la Balear Menor y también dejar en ella un marchamo a mayor gloria de la grandeur de la France Eternelle. Es decir: un monumento religioso que recordara su paso por Menorca, dedicado precisamente a San Luis Rey de Francia.

Y a fe mía que lo consiguieron.

Respecto a la iglesia, hay un dato curioso. En un boceto que el pintor Chiesa hizo de un instante de su construcción, observamos como se había empezado a levantar por el atrio y no por el ábside como todas, de forma que a la llegada de los españoles en 1781 todavía no estaba terminada ni consagrada. O sea: los feligreses del nuevo enclave no pudieron oír misa en su iglesia durante décadas, cuando la costumbre común a la erección de templos era comenzarlos por el ábside, construir la cabecera, levantar enseguida el altar, consagrar y empezar a celebrar misa aunque fuera a la intemperie.

Contentar a la burguesía mahonesa, decíamos antes. Sí. En los documentos proporcionados por Guillem Sintes Espasa en el magnífico y erudito trabajo (El procés de formación del poble de Sant Lluís, Mahón, IME, 2000) se observa que el establishment mahonés se llevó la parte del león en el reparto de parcelas en Sant Lluís. Algunos hasta 20 de ellas. En las listas de reparto esta el todo Mahón. Viudas ricas, negociantes, juristas, ciudadanos, políticos...

Y Giuseppe Chiesa para que no falte nadie. Ese italiano al que los mahoneses de entonces llamaban "es pintor".

Pero veamos la cuestión en detalle. En aquellos tiempos de la Guerra de los Siete Años la burguesía mahonesa andaba escasa de ganancias (de ganancias, no de dinero), todavía no se habían implicado en el negocio del corso y el conflicto había ahogado el comercio marítimo, principal fuente de ingresos de todos ellos pero no la única, porque otra era la explotación de los molinos donde, claro está, además de cobrarle a los otros, ellos molían gratis el trigo de sus fincas, (fuente de ingresos, también) y por último el alquiler de casas de su propiedad y patrimonio.

La documentación consultada en la obra de Sintes, permite conjeturar una hipótesis de trabajo en la que, pensamos, debería profundizarse. Pensamos, aunque no podemos demostrar por ahora, que el asesor de gobernación de entonces, Juan Font (un jurista local que aconsejaba al gobernador "extranjero" de turno quien no tenía ni puñetera idea de los usos locales y que en el fondo era quien de forma sibilina gobernaba), debió convencer al conde de Lannion (ese caballero Cordón Bleu que se supone enterrado en Santa María de Mahón si no se lo llevaron) para que "regalara" terrenos donde los bien estantes locales pudieran construir casas y alquilarlas para su propio beneficio. Eso sí: lejos del castillo de San Felipe, no fuera que llegaran los británicos y arrasaran con todo, como así hicieron luego.

Se pensó, pues, en la garriga de Binifadet, un lugar de pasto utilizado por los payeses de alrededor, que usufructuaban fincas de realengo, entonces llamadas possessions.

La alarma cundió entre los casolans de los alrededores de la garriga, a quienes el entonces intendente Antoine de Causan comunicó que sería urbanizada. Los afectados presentaron un privilegio del siglo XVII en el que el Rey de España les había concedido dicho terreno para pasto. De nada sirvió. El entonces fiscal del Real Patrimonio Miguel Jerónimo Rubí y Squella, falló a favor de la Corona y los payeses de la zona tuvieron que marcharse con el rabo entre las piernas.

¿Conspiración urbanística de la burguesía mahonesa para incrementar su patrimonio y obtener pingües beneficios alquilando las casas de Sant Lluís, entre otros, a los "jornalers" (los "missatges" vivían en la "possessió") que debían ir a pie desde Mahón o Es Castell a trabajar las tierras de la zona? Todo parece indicar que sí, sobre todo cuando repasamos las listas de los que obtuvieron solares, casi regalados, por el módico precio de un censo reservativo anual y la obligación de construir una casa.

En esas listas ocupa un lugar destacado precisamente Miguel Jerónimo Rubí, con nada menos que ocho solares concedidos ¡un caso claro de juez y parte! De todas maneras y gracias a los datos de Sintes, comprobamos que renunció a ellos luego, en acta notarial de 20 de octubre de 1762. ¿Habría recibido Rubí de las autoridades francesas la noticia de que unos días después, el 3 de noviembre, Francia iba a firmar los preliminares de paz con Inglaterra en París y en los que ya se cedía la isla de Menorca a los ingleses, lo que se confirmó en el tratado definitivo de 10 de febrero del siguiente año? ¿Temía que, como funcionario del gobierno francés, le pudieran confiscar sus propiedades y las puso en manos de un testaferro? ¿o fue simple presión del entorno social perjudicado, que debió murmurar acusándole de prevaricador? Habrá que intentar comprobarlo.

Pero veamos: hay más gente, digamos, "implicada" en el negoci, por ejemplo el incombustible Francisco Seguí y Sintes, "amigo de los franceses" como se le llamaba en un documento de la época y en otro apodándole "es francès". Incombustible decimos, puesto que fue nombrado asesor en tiempos de la Segunda Dominación Británica y continuo ejerciendo el cargo hasta su muerte en 1792, en plena Dominación Española. Francisco Seguí, sí, el notario y jurista que más sabía de leyes locales, se benefició del regalo por partida doble, consiguiendo diez parcelas ¡casi nada! y cobrando los honorarios que le correspondieron al encargársele a él las actas notariales de propiedad de los nuevos adquirientes.

En las listas aparece también el conocido negociante José Soler ¡con nada menos que veinte solares! Y otro que no podía faltar: Lorenzo Poly con diez. El pintor Chiesa, por su parte, se reservó siete.

Las migajas quedaron para los payeses y casolans de la zona a los que se concedió una o dos parcelas para acallar sus protestas. Ya que estaban se subieron al carro.
Quedaría por ver cuál fue el criterio para el reparto, ¿faltaron candidatos y cada cual de los aspirantes pudo elegir número de "plazas de garaje" o por el contrario primó el favoritismo?

Sería interesante averiguarlo para completar el estudio de este sospechoso caso de especulación urbanística, creemos que el primero al que se le puede seguir la pista en el término de Mahón (pero no el último, la cabra tira siempre al monte). Término al que, recordémoslo, pertenecía entonces el enclave de Sant Lluís, igual que la plana en la que luego se asentaría Es Castell.

Así repartieron los franceses unas tierras que pronto no serían suyas ¿qué más les daba por tanto?.

Una vez más vez el ladrillo. O en este caso, mejor, els cantons.