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Decíamos ayer que la huelga general es un gesto estéril, cuya intrascendencia se basa en gran parte en el hecho de no poder ser medida con exactitud. Por contra, las manifestaciones si tienen una fácil medición, por el simple y lógico motivo que se pueden ver y contar. Siete mil personas en la calle expresando su oposición a la reforma laboral son muchas personas, sí es un gesto social importante a tener en cuenta. Esto demuestra que los sindicatos deben modernizar su actividad y recurrir a la movilización pacífica como método de expresión de malestar prescindiendo de huelgas intangibles. Se ve, se toca, se palpa. ¿Gusta Sergio Dalma? Sí, mucho. ¿Cómo lo sabe? Porque una cantidad nada despreciable de personas se pasaron media mañana haciendo cola (no lo entiendo, ya las odio) para conseguir una entrada a precio de caviar iraní. Se ve, se toca, se palpa. En el mundo de la virtualidad, de los Parc Bit low-cost surgidos de la lógica mente del genial Varsavsky, a veces vale la pena volver al mundo de lo que se puede medir y comprobar, del bulto, el cabreo compartido y el "por aquí no pasamos". A veces lo visible también sirve para ver lo que no va. Sobran los piquetes, la silicona en las cerraduras, las pintadas, las presiones, la mala leche mal conducida. Que la protesta no pare si así se considera oportuno. Ayer les dieron más motivos: amnistía fiscal al dinero negro que aflore. Vaya tropa.