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El Gobierno de España ha pedido un enorme esfuerzo al sector privado con subidas de impuestos, flexibilidad laboral, obligatorios ajustes de costes en las empresas, reducción de salarios reales, etc, una austeridad que, aunque cuesta entenderla ¡y mucho!, nos hemos ido dando cuenta, día a día, de que es necesaria, de que no hay otra manera de redimensionarnos.

Y esta austeridad también le toca aplicarla al sector público.
Muchos políticos, con cargos en las administraciones públicas, gastaron como si no hubiera mañana, invirtiendo en proyectos sin un sentido económico, creando una estructura administrativa imposible de mantener. Una actitud que podría responder al objetivo de algunos de perpetuarse en la poltrona o en el caso de otros siendo excesivamente ingenuos.

Personalmente, no tengo consciencia de ninguna empresa o empresario que se quejara cuando recibía un contrato absurdo de una administración pública, tanto fuese para construir un aeropuerto fantasma o para instalar un software en una estructura pública ¿Alguien ha devuelto alguna subvención o rechazó un contrato legal interesante para su negocio aunque estuviera cantado qué sería un despropósito?

¿Y nosotros, ciudadanos de a pie? ¿Nos interesamos en algún momento por las condiciones laborales de nuestros empleados, esos que ostentan cargos públicos o son funcionarios de la Administración a los cuales pagamos entre todos? Nunca quisimos saber lo que hoy demandamos conocer y lo hacemos de una forma airada. Somos, pues, responsables.

Responsables también los Bancos, por regar con dinero sin criterio de retorno económico razonable, metidos en una loca carrera por el "market share".

Responsable el Banco de España por no tener a las Cajas de Ahorros controladas, por permitirlas a ellas y a los Bancos invertir en empresas o especular en Bolsa con los ahorros de los ciudadanos. Responsables los dirigentes de las instituciones financieras por su mala gestión.

Responsables todos nosotros, españoles de Cataluña, Castilla, Navarra, Andalucía, Baleares… por comprar, demandar e hipotecar pisos y segundas residencias como inversión porque "todo subía y se revalorizaba" de una forma fácil y sin control que nos hacía sentirnos tocados por la varita de la suerte siendo ricos de una forma tan sencilla, desproporcionada y éticamente peligrosa como cuando toca la Lotería.

Responsables los empleados por escaquearse, por el absentismo laboral y la falta de ambición, responsabilidad y fiabilidad.

Responsables los estudiantes por no esforzarse, ni sacrificarse, y por no asumir riesgos, instalados en la cultura de los derechos y no de las obligaciones.

Responsables los empresarios, por no ser rigurosos en sus planes empresariales y llevar a cabo proyectos de inversión apalancados sin el menor análisis de riesgo.

Responsables los autónomos y profesionales por no pagar todos sus impuestos.
Responsables todos nosotros por vivir por encima de nuestras posibilidades.

Lo que se necesita es una regeneración de nuestra sociedad, empezando por aceptar que esta situación es responsabilidad de todos los españoles, empezando por uno mismo.
¿Y ahora qué? Pues ahora hay que volver a los pilares de nuestro éxito como especie: al esfuerzo, la comunicación, el trabajo duro, la solidaridad... Hay que huir de la mediocridad que abunda y a la que España, de Norte a Sur y de Este a Oeste, ha aspirado. Hay que perseguir la excelencia y la honradez.

Creo que hay que recortar de manera radical el aparato administrativo del país, las autonomías, los ayuntamientos, las empresas públicas, los coches oficiales, las pensiones de los políticos. Se deberían de subir los sueldos de los jueces, policías, médicos, profesores, administradores públicos de manera sustancial. Dotar de más eficiencia la educación, la sanidad y la justicia, pilares de la sociedad moderna.

Como reza un dicho inglés: "Short term pain, long term gain" (renuncias a corto plazo, ganancia a largo plazo)
¡Regeneremos la sociedad! empezando por aceptar nuestros pecadillos y actuando como catalizadores del cambio.