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Algunas atrevidas interpretaciones de las profecías mayas indicaron que el fin del mundo se produciría el 21 de diciembre de 2012. No concretaron la hora. Si esto fuera cierto se podría decir que el 1 de septiembre, es decir, el sábado, fue una especie de adelanto del fin del mundo. Un preparativo, más bien un simulacro. La desatención sanitaria a los "sin papeles", lo más grave de todo, se empezará a notar a partir de hoy lunes, con muchos médicos dispuestos a que prevalezca su pacto con Hipócrates antes que el pacto de Rajoy con Merkel, una lucha antisistema desde la consulta que va a sumar estrés a un trabajo nada relajado. Lo pagaremos todos. Lo del certificado de residente es una chufla inútil. El único control posible del fraude pasa por cruzar datos, por comprobar que quien dice residir aquí desgrava con una hipoteca de una vivienda de aquí, trabaja aquí y lleva aquí sus hijos al colegio. Digo yo que si hemos sido capaces de llevar un tractor cargado de sensores y cámaras a Marte, esto técnicamente será posible. Si no se hace, es por pereza. En cuanto al IVA, el llenazo de ayer por la mañana en los supermercados del polígono de Maó demostraba que la gente no se ha desquiciado con el asunto. El impacto llegará poco a poco al cliente, y de momento el trauma es para el empresario, temeroso a la hora de marcar los tiempos del sablazo. Del 1 de septiembre, los mejor parados han sido los 'raors'. El mal tiempo ha prolongado su periodo de inmunidad.