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Bankia está inmersa en un proceso de reducción de costes, con el objetivo de completar su plan de viabilidad, al amparo del mayor rescate con dinero público de la historia de la banca española, 22.000 millones de euros, tras perder casi la misma cantidad en 2012. Esta semana se ha conocido que ha vuelto a los números verdes en el primer trimestre de 2013, algo más de 200 millones de beneficio. La noticia coincide con el cierre de todas sus oficinas en Menorca, dejando abandonados a sus clientes en la Isla. No ha dado más alternativa que remitir para cualquier gestión a la oficina de Pollença en Mallorca, sin la más mínima sensibilidad sobre el servicio que debería prestar en una región insular. No se han gestionado otras opciones para atender a las personas que tienen su hipoteca o su nómina en Bankia. Además, la entidad bancaria no daba ayer explicaciones sobre la forma en que piensa atender a sus clientes menorquines. Sería interesante conocer el análisis que ha realizado para adoptar esta decisión. Quizás su volumen de negocio en Menorca era poco interesante. Sin embargo, no ha valorado la obligación de prestar un servicio. Si sobrevive gracias al dinero público, la Administración no debería aceptar una medida tan radical como la que ha adoptado.