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El libro que más se ve este verano en las playas es "Inferno" de Dan Brown. Como no lo he leído no puedo opinar pero es de esperar que no hable demasiado de las llamas del averno porque en verano no son convenientes las lecturas vinculadas a lugares excesivamente cálidos como son las calderas de Satanás.

En mi memoria, cada vez más agujereada, el recuerdo de los tres estíos más tórridos está ligado a lecturas erróneamente elegidas. Cuando salió la entretenida novela "Tuareg" de Alberto Vázquez-Figueroa estuve a punto de sucumbir por la canícula que me provocó seguir las aventuras del protagonista por las dunas del desierto del Sáhara.

Peor fue el verano que leí la novela "Beau Geste" de P.C. Wren. Las aventuras de los hermanos Geste enrolados en la legión extranjera en un fuerte en el desierto multiplicaron el bochorno de un verano menorquín de los años ochenta. En la novela, los legionarios quedan completamente vencidos cuando sufren ataques de "cafard", es decir de depresión. Sin embargo, para mis hermanos y para mí el "cafard" significó ya para siempre ese calor ígneo que te deja sin ganas de nada.

Pero el libro que no recomiendo leer a nadie en una ola de calor es "Crimen y Castigo" pese a que está ambientado en la gélida San Petersburgo. Los desvaríos y delirios del estudiante Raskólnikov, sumados a la canícula de aquel infausto agosto, me provocaron unos síntomas físicos similares a los que padecía el protagonista. Ninguna otra ficción ni ningún otro verano me han vuelto a afectar tanto.