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Efectivamente, queridos lectores, hace mucho calor. Es un dato tan objetivo, tangible y palpable como que dos y dos son cuatro, o que nuestra casta política es de las más mediocres del mundo, es lo que hay.

Y claro con tanto calor todo cuesta más de lo que normalmente ya cuesta, y no hablo solo de lo físico como respirar, hablo también de lo mental como pensar. No quiero pluralizar porque meterles en el mismo saco que a mí sería una falta de respeto por mi parte, pero no sé si a ustedes les ocurre que con las olas de calor las neuronas tienden a derretirse y se vuelven más lentas y espesas que de costumbre.

La resignación brilla más que la indignación, la antipatía le come terreno a la empatía, el egoísmo se ha merendado a la solidaridad, y la esperanza ha sido desterrada a empujones por el pesimismo, pero es que además con estas temperaturas y este grado de humedad pensar duele, y los que manejan el cotarro, que nadie confunda con los que están en el gobierno, lo saben perfectamente y aprovechan épocas estivales, a falta de grandes acontecimientos deportivos, para hacernos tragar sin inmutarse enormes ruedas de molino, ¡ay! qué cansinos que son.

En plena canícula y casi de refilón nos dan el penúltimo ¡zas en toda la boca! Y aprueban una ley de reforma de la administración local que se cargará los servicios sociales de un plumazo, como un mago de barraca: nada por aquí, nada por allá, pues eso es lo que quedará, 'voila'.

Llenita la boca tenían de palabras amables para los ancianos, las personas con discapacidad, las personas en riesgo de exclusión social, los más desfavorecidos. Llenita la boca repito de frases huecas y grandilocuentes, de cómo harían todo lo posible para currárselo y trabajar para estas personas, tan llenita tenían la boca mientras llenaban sus bolsillo de dinero público robado a espuertas que ahora tenemos que ahorrar quitándole por ejemplo pañales a una persona con parálisis cerebral para pagar las excursiones de esquí de algún pintas bien vestido que se lo ha llevado crudo, y encima esperan que les besemos el anillo de Don Corleone: a sus pies don Vito, la chusma le saluda. Y todo este rollo demoledor con una sensación térmica de me estoy derritiendo, manda "trillos", que diría el ministro huevos.

No sé si darme la enésima ducha del día, abrir una cerveza bien fresquita o emigrar directamente a Islandia, pero la verdad es que ya tengo unos años, mi vieja nevera no enfría mucho, el islandés no se me da bien, por no decir que me parece imposible, y además Islandia no tiene las playas de Menorca ni de lejos, así que aguantar el calor que en cuanto refresque me pongo las pilas…bueno si no llueve mucho, o sopla mucho viento, o bajan demasiado las temperaturas, o ponen algo por la tele, o empieza la liga de fútbol …vamos que soy un auténtico hijo de mi tiempo, ¿no? Maldito calor.