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Un gran periodista de este diario defendía una curiosa teoría, acuñada tras años de "mundología": en cualquier cosa vale más ser segundo, porque cuando se complica el panorama el primero es quien pone el cuello, la parte que une la cabeza con el resto del cuerpo. La teoría funciona. Vean si no el caso de los directores de instituto suspendidos de empleo y sueldo durante tres meses por no imponer el decreto del trilingüismo al resto de su comunidad educativa. A ellos les toca ser líderes, pero no deciden, son personas de confianza, se deben a la autoridad. Una autoridad que, por cierto, ha demostrado que no confía en ellos. A este paso, se va a quedar sin directores en casi todos los institutos de Balears.

¿Quién va a querer ser director de instituto con esta perspectiva? O presidente de cualquier asociación o fundación. O directivo de un club. O presidente de una comunidad de vecinos. O concejal de un pueblo. O presidente del Gobierno. La sociedad necesita de personas que se comprometan para empujar un carro comunitario. Aunque la palabra pueda sonar excesiva, son los líderes de la sociedad. En demasiadas ocasiones, su esfuerzo se recompensa con más de un disgusto. Tenemos pocos líderes y los estamos agotando.

Desde que se apagó la ilusión por la democracia hemos alimentado la afición por la crítica y la confrontación, por los bandos, por el individualismo, por la división.

Quienes mandan en cualquier cosa no tienen buena prensa. Se convierten en el objetivo fácil de la crítica insolidaria, de quienes se atrincheran para combates insustanciales.

Valdría la pena instituir el reconocimiento mensual al líder del mes. El primer premio para los tres directores destituidos y para los que vengan detrás.