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El domingo por la tarde vino a verme Fermín. Él, ya lo he dicho otras veces, ha sido mi pobre titular. Nada tan gratificante para un pequeño burgués progresista ( a los que, por cierto Sartre llamaba les salauds) como usufructuar particularmente de un pobre: la caridad hace titilar beatíficamente la conciencia solidaria, la mantiene actualizada,  su permanente coartada frente a la atrocidad de la desigualdad  social…

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Ya retirado, hacía algún tiempo que no nos veíamos. Padre de cuatro hijos y,  prácticamente analfabeto, hacía y sigue haciendo alguna chapuza de jardinería o albañilería, y ha estado varias veces en el trullo por lo que podríamos calificar como enajenación leve de bienes ajenos: nunca pregunto. Saqué una botella de coñac, bebimos un rato en silencio, ratifiqué mi titularidad ( el nunca pide nada, ni muestra señal alguna de servilismo), y deploró, eso sí, la marcha del Betis en la Liga…Fermín encaja cabalmente en lo que llamamos lumpen, los que constituyen una clase social en sí  pero no para sí, los que ya no se sienten ciudadanos, arrojados sin remedio  a  los rebosantes albañales de la Historia: de la explotación han pasado a la exclusión. ¿ Qué razones tendrían para respetar la ley o los valores que la inspiran? Al despedirnos, le doy a Fermín una botella de coñac, su única boya…