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Imaginemos. Si a mí me dijeran, «mire, le vamos a regalar un viaje para dos personas por el mundo, podrá pasar un año conociendo todos los países que le apetezca, tendrá en su cuenta corriente, cada mes, una tercera parte de lo que gana un diputado del PP balear en el Congreso para que no tenga que preocuparse, incluso le dará para poder echar una mano a algunas personas que encuentre a su paso, y a la vuelta, tendrá seis meses para asimilar el viaje y escribir y organizar sus fotografías y, por supuesto, nos ocuparemos mientras tanto del alquiler de su casa, del cuidado de su mascota, sus dietas, desplazamientos, facturas de teléfonos y de todo lo que pueda surgir en este tiempo, ah, y este mismo bloque de medidas también incluye que vamos a matar a su madre». ¿Qué digo yo? Está claro que hay bastantes cosas del trato con las que estoy conforme, pero en el momento en que la propuesta incluye un solo punto con el que no estoy de acuerdo (y el sacrificio de mi madre por una vuelta al mundo, aún en tan buenas condiciones, me resulta cuanto menos excesivo), no dudaría ni un momento: votaría que no. Y si, sigamos imaginando, tuviera a unos matones sobrevolándome, que con mi no se empezarían a crujir los nudillos, por dignidad ética y moral, al menos, me abstendría. No podría votar que sí y hacerme la loca, y menos si he pasado mi vida piropeando a mi madre, y lanzando mensajes de admiración y fotos de hija orgullosa y feliz.

Pues los señores del Partido Popular que representan a Balears en el Congreso (Miquel Ramis, Rogelio Araujo, Mariona Ares, el menorquín Joan Carles Grau y Enrique Fajarnés), los cuales se embolsan cantidades de dinero mensuales muy por encima del salario mínimo interprofesional (congelado en 645,30 euros), para llevar a cabo la labor que en teoría por vocación se han echado a la espalda, para ser la voz de sus pueblos, lo han hecho: se han hecho los tontos.

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En las manifestaciones de hace una semana –ya me temía que la foto daría para mucho– lucían sus trajes de paisanos en contra de las prospecciones petrolíferas, y ahora que han tenido la oportunidad de salvar a su (tierra) madre, la han dejado pasar. Han podido utilizar las herramientas de las que disponen en la cacareada democracia, pero han preferido no desmarcarse del rebaño (como siempre ocurre en ese partido en el que, precisamente, la democracia, brilla por su ausencia), y tumbar así una propuesta de resolución para «la inmediata paralización y revocación de las prospecciones petrolíferas en el Mediterráneo frente a las costas de Andalucía, Balears y Valencia; así como en el Atlántico frente a Canarias».

La abstención de estos cinco representantes habría sido todo un ejemplo, una llamada de atención, un gesto que a la gente le habría dado cierta esperanza. Les costará caro, si es que la ciudadanía no tenía ya bastante con todo lo que llevan arrasando e imponiendo en estos pocos años. Se juegan ahora todas sus cartas a que los informes de impacto ambiental paralicen los sondeos, lo dejan en el aire y no se mojan: ¿tal vez porque quieren que salgan adelante? La excusa es que había que votar en bloque y que el paquete de medidas venía con otros aspectos como el cierre de la central de Garoña en el lote. Nos han dado una buena idea y es que es, precisamente, lo que tenemos que hacer nosotros, los votantes: votar en bloque en las próximas elecciones, pero nunca al PP (ni al PSOE), que ya han demostrado, en estas décadas de feliz alternancia (para ellos, sus chanchullos y sus cuentas corrientes), que el interés del ciudadano, el bien común y el futuro sostenible, responsable y respetuoso con sus territorios están muy por debajo de sus intereses particulares. Piensen bien cuando tengan la próxima papeleta en sus manos (y de ahí en adelante, todas las papeletas, cada vez), porque habrá ideas que compartan con alguno de sus programas electorales, (que por cierto, incumplen y no pagan por ello), pero como se trata de votar en bloque, una traición como ésta ya será suficiente para mandarlos al carajo. ¿Creen estos diputados, o el señor Bauzá, que la gente solo se quedará con su salida sonriente a las plazas del pueblo, con tan solo una semana de diferencia? No dejaremos que pase desapercibido el despropósito, por mucho que el presidente del Consell Insular de Menorca, Santiago Tadeo, diga al diario Menorca que «lo de ayer fue un episodio político más y lo tenemos que dejar aquí». Ya le gustaría, amigo.

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