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Incluso antes de sentarse a la mesa de la terraza, Asunción había iniciado su alegato. Siquiera sin los muá-muá de rigor.

-No vayas a creerte que por ser tu madrina y psicóloga de profesión, seré más benevolente contigo. Un embarazo a tu edad, cumplidos los 25, es una estupidez que, además, a mí me irita personalmente: tu madre me encargó de tu educación sexual, ¿lo recuerdas? Una mujer libre como tú debe llevar siempre encima una caja de preservativos, ¿has oído hablar alguna vez de los preservativos, alias condones?

- No me creerás, pero los llevaba encima, pero el asunto sobrevino inesperadamente. Además mi ciclo estaba en sus días no fértiles.

- Doctor Ogino, acuda a la consulta…

- No te rías, por favor. Ayúdame, dime que tengo qué hacer.

- Dada tu edad y tu situación económica podrías guardarlo pero solo si te hace mucha ilusión.

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- Mi padre es capaz de desheredarme y a mi madre le daría un soponcio.

- Tu padre es un macho estúpido pero no es tonto. Hace años que vives sola, y no va creerse que, por no haberte casado, sigas virgen. Para él, lo que no tendría perdón sería el embarazo.

- Mi amiga Piluca fue a Londres, ¿a ti qué te parece?

- No hay necesidad. Cuando te decidas, te daré una dirección en Barcelona. El aborto es legal, pero es una horrorosa carnicería…

-Me siento muy estúpida.

Entonces ella se puso a llorar.