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Ya otras veces me he referido a ella, a esta clase de irresponsabilidad, pues ella es, junto con la pretensión de ser socialistas que mantienen (ellos también impertérritos) los pesoistas, uno los cabreos que me sacan de quicio. La semana pasada he vuelto a verla: embarazada de nuevo, no contestó a mi saludo. Sudamericana, durante casi dos años venía a casa dos veces por semana. Era buena persona y limpiaba a fondo, un requisito que no todas cumplen, pues la mayoría de ellas solo ve la suciedad muy obvia. Un día me sorprendió al decirme alegremente que estaba embarazada de nuevo; por decirlo exactamente, me irritó y salí de casa arreando. Su situación económica era muy precaria, tenía a su marido en el paro y cuatro hijos, y a veces me pedía el sueldo por adelantado y no siempre lo reponía. ¿Cómo podía responsablemente quedarse otra vez preñada? Unos días después, y pidiéndole disculpas por mi intromisión, le pregunté, medio en broma, si no le resultaría más económico que su marido comprara una caja de preservativos. Se sintió aparatosamente ofendida, se puso a llorar y me llamó deshonesto. La pregunté si era honesto traer hijos al mundo para que Caritas tuviera que alimentarlos.

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-¡Hay que tener los hijos que Dios envía!- empezó a gritar. ¡Él proveerá!.
-Idò!