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Tuve una idea excelente. He abierto un consultorio en la red. Es algo parecido al de la señorita Francis, pero especializado en desórdenes de la personalidad que cursen con episodios severos de ansiedad, provocados por las campañas electorales en individuos sensibles o incluso alérgicos a la demagogia y/o a la sandez.

El proyecto resulta tremendamente ilusionante, ya que me brinda la posibilidad de apoyar con mis ponderados consejos a tantas de esas almas que viven desconcertadas los terribles meses cercanos a los comicios, expuestos como están a ver infectados sus hogares con los envenenados dardos que produce el fragor de la contienda.

De momento he recibido sólo una consulta, ya que la página acaba prácticamente de estrenarse, pero espero recibir muchas más a lo largo de los próximos días.

Me escribe feliciana, quien al parecer tiene un importante cacao mental por culpa del fuego cruzado, practicado en este caso entre el partido en el gobierno y el partido que habiendo pillado cacho en el pasado, lo echa de menos.

Dice Feliciana:

«Estimado señor Martín.

Tengo una enorme congoja. He escuchado por puro despiste (estaba planchando con la radio puesta) el resumen de dos mítines de campaña electoral.

En el primero, Alfredo Pérez Rubalcaba aseguraba que el gobierno del Partido Popular había traicionado todas sus promesas electorales. Decía que de hecho habían subido los impuestos más que nadie antes lo hizo, a pesar de haber prometido bajarlos cuando insistían en que subirlos era contraproducente para la economía. Decía también el señor Rubalcaba que la nueva promesa de que los bajarán el año próximo es algo de lo que no debemos fiarnos, pues perfectamente puede suceder que vuelvan a incumplirla una vez pasadas las elecciones, como ya hicieron anteriormente.

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Después vino el turno del señor Mariano Rajoy, quien aseguró que se encontraron un país al borde del abismo por culpa del Partido Socialista, que además de subir ellos también los impuestos, habían dilapidado los recursos y que si votamos al PSOE, muy bien puede suceder que se repita su pésima gestión.

Y a mí todo esto me confunde. Yo quiero ser una buena ciudadana y quiero votar lo que sea mejor para mi país, pero no sé cuál de las versiones es la verdadera. ¿Qué debo hacer, señor Martín?
A la espera de su consejo, me despido con esperanza y gratitud anticipada.»

Con mucho gusto contesté a Feliciana en estos términos:
Querida Feliciana. Me emociona tu actitud cívica y comprendo bien tus dudas, pues ambos líderes vienen a sostener opiniones opuestas por completo y sin embargo parecen tener ambos razón.

Pero aquí radica la gran paradoja, y nuestra gran desgracia: resulta que ambos tienen razón.

Si Feliciana, todo lo que el uno reprocha al otro y lo que el otro reprocha al uno, constituyen verdades como puños. De hecho quizás esos momentos de propaganda en que los contrincantes de estas dos grandes formaciones denuncian la corrupción ajena, la incompetencia, la incongruencia y opacidad del otro, la paja en el ojo ajeno para resumir, sean las únicas ocasiones en que no mienten. En efecto, todas y cada una de las bajezas que se reprochan recíprocamente son perfectamente confirmables en la hemeroteca. Esa es nuestra cruz.

¿Qué hacer? Te preguntarás con angustia, querida Feliciana.

Mi consejo es que en las europeas no votes a ninguno de los dos partidos, dado que según ellos mismos aseguran (con gran verosimilitud), son poco de fiar. Mi consejo es que abras el campo de visión. No te digo que destroces tus momentos de ocio tragándote mítines. Esto sería un sacrificio contraproducente, pues muchos políticos tienden a volverse completamente ridículos cuando se ven rodeados y vitoreados por su tribu, y no es sensato prestarles atención en esas circunstancias tan especiales.

Te recomiendo por tanto que escuches podcasts de entrevistas a políticos de otros partidos. No es que en las entrevistas suelan ser sinceros del todo, pero al menos no están tan hormonados como en los mítines, y a veces se les escapan algunos retazos de la verdad.

Esto, y muchas infusiones de ginseng y romero. Verás que si sigues mi consejo, podrás volver a serenar tu ánimo y disfrutar de la primavera como mereces.