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La democracia, tal y como nos la han vendido durante décadas en este país añejo, está a punto de pasar a la historia; y no porque vayamos a un modelo dictatorial sino porque lo que hemos vivido en España, hasta ahora, no es tal. Lo que hemos tenido y tenemos es la alternancia de dos partidos en el poder, PP y PSOE, enriqueciéndose (ahora tú, ahora yo) y unos sindicatos anticuados. Tenemos un bipartidismo gestionando el dinero público sin pensar en el bien común, sino en sus bienes particulares y en los de otros pocos que los han financiado por la puerta de atrás. Tenemos rescates millonarios a la banca, juicios por corrupción política cada día (sin castigo, en la mayoría de los casos) y una exposición de obras millonarias inútiles que no han servido más que para constatar la mediocridad de estos políticos cortoplacistas.

Lo que hemos tenido y tenemos es una educación pública deteriorada y vilipendiada en favor de la enseñanza privada y la concertada, con la religión y las ideologías como bandera; un empobrecimiento brutal del 80 por ciento de la población, que es, por cierto, el que más impuestos paga en este sistema desproporcionado que tiene al pequeño y mediano empresario al borde del precipicio (con alfombra roja, eso sí). Tenemos una sanidad pública en el paredón, con intentos y logros de privatización constantes para beneficiar a sus propios negocios y a los de sus amigos en la sanidad privada; la cultura, por los suelos; el territorio, amenazado, por culpa de un modelo económico dominante y corto de miras, que quiere repetir sus mismos errores porque son los que han resultado para ellos y, en definitiva, lo que hemos tenido y tenemos es un monstruo de dos cabezas que, en estos años de presunta crisis, ha enseñado su verdadero rostro.

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La ciudadanía despertará de golpe como quien despierta en mitad de la noche, asustado, sudando y dando voces (y cuidado, porque también quieren acabar con las voces y con la libertad de reunión, expresión y manifestación con leyes que se sacan de la manga: llena de ases y cajas B). Y es que es para gritar: el monstruo de esta pesadilla era horrible, me acuerdo de que quería, por ejemplo, reventar el mar en Balears y en Canarias con prospecciones petrolíferas, en lugar de apostar por las energías renovables en una tierra plagada de sol y de viento; quería desangrar el mar y poner en riesgo la vida marina, la esencia y el paisaje, que tantos visitantes atrae a estos paraísos y destrozar así el turismo que tantas bocas alimenta, en lugar de invertir en la implantación de un modelo energético autosuficiente y limpio. ¡Ah! Y me acuerdo de que el monstruo había ido camuflado a una manifestación en contra de las prospecciones, allí estaba, en la foto... ¡Qué miedo! Espera, hay más, el monstruo de esta pesadilla quería construir unas macrorrotondas en una carretera de Menorca que no necesitaba tales infraestructuras, pero es que se había encontrado una moneda del tamaño de su manaza y no sabía qué hacer. El monstruo tenía mucha hambre y creí, por un momento, que nos iba a comer a todos. Fue entonces cuando desperté, despertamos todos, y la falsa democracia dejó vía libre a un nuevo modelo en el que los ciudadanos no votan cada cuatro años bajo una tremenda manipulación sino que deciden, a través de una democracia participativa y transparente y con internet como medio eficaz e inmediato, sobre las cuestiones más relevantes. Los gestores están allí de forma temporal, cobran el salario mínimo (que se ha situado en una cifra digna) y solo llegan a puestos de responsabilidad los más preparados. El pueblo es el único soberano: no hay más reyes que los de los cuentos de los hermanos Grimm.

Cuando desperté dentro de mi sueño, el bipartidismo había desaparecido, porque nos dimos cuenta de que la abstención en las urnas beneficiaba a ese modelo caduco. Las elecciones europeas de mayo de 2014 fueron el primer mazazo al monstruo de dos cabezas, la gente buscó, se informó y propagó la noticia: votó a otros partidos que estaban allí, trabando duro desde hacía tiempo, pero que los grandes medios de comunicación, casados con el poder, no dejaban salir a la luz. Cambió todo porque todo tenía ganas de cambiar. Algunos miembros de la casta se convirtieron a la democracia pero la mayoría murieron con el monstruo. No hubo ni funeral de Estado ni nada. No teníamos presupuesto para eso cuando había ancianos que no podían acceder a sus medicamentos o niños que se desmayaban de hambre en el colegio, y se decidió, mediante el voto electrónico y por mayoría absoluta, pasar página.

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