TW
0

Carta desde Oak Ridge

Benjamín Carreras

Las cuestiones relacionadas con la seguridad se toman muy en serio en los E.E. U.U., demasiado probablemente y en algunos casos parece que existe una obsesión en estos asuntos. Trabajando en un laboratorio nacional he tenido que pasar por los múltiples requisitos que forman parte de los rituales de seguridad en estas instituciones.

Para ir a la oficina tenía que pasar por tres barreras de seguridad. La primera para entrar en la zona de aparcamientos, la segunda para entrar en el recinto del laboratorio y la tercera para entrar en el edificio en donde tenia la oficina. En cada una de ellas tenias que usar la tarjeta que te identificaba.

Si eras un visitante, para pasar la primera barrera tu nombre tiene que estar en una lista que tienen los guardias. Para la segunda, vas primero a un mostrador en donde te registras, pasas luego a una sala de espera hasta que te llaman para sacarte una foto y darte la tarjeta de seguridad que te permite pasar la segunda barrera y entrar en el edificio para el que tienes tu permiso.

Todo el proceso se toma muy en serio, hasta tal punto que hace unos meses tres personas que pasaron las barreras de seguridad sin permiso para protestar contra la fabricación de armas nucleares fueron condenados a varios años de cárcel. Entre ellos está una monja de 84 años de edad, que fue condenada, a pesar de su edad, a casi tres años de cárcel. Una barbaridad.

Trabajando también en España en instituciones análogas es interesante contrastar la cultura de seguridad con la americana. Para ello puedo contar mi experiencia reciente con los sistemas de seguridad en Madrid. Pasando unos meses en Madrid y colaborando con una institución similar al laboratorio nacional en donde trabajaba en EE. UU., he tenido que pasar por su sistema de seguridad.

Al llegar a la primera barrera de seguridad, el guarda me pregunto por mi nombre, miro en el ordenador y me dijo que tendría que sacarme la tarjeta de seguridad y que eso se hacia en un edificio del interior. Entonces para entrar me dio un papel en que figuraba que iba a visitarme a mi mismo. Una vez dentro tenía que firmarlo yo para confirmar que me había visitado.

La oficina que daba las tarjetas de seguridad solo estaba abierta de 10 a 12 dos días a la semana. El día que llegué estaba abierta y hacia las 10.30 fui a hacerme la tarjeta. Había una cola de más de 20 personas y estaba claro que nada podía hacer aquel día. Así que decidí aplazar lo de la tarjeta a mi próxima visita.

En mi segunda visita, el guarda me dio una tarjeta temporal para un mes ya que como él mismo me dijo, lo de sacar la tarjeta podría tardar. Aquel día no estaba abierta la oficina de atención al público así que dejé lo de sacar la tarjeta para un tercer día. El tercer día, entré con mi tarjeta temporal y llegué a la puerta de la oficina de atención al público diez minutos antes de las 10. Me puse a la puerta de la oficina a hacer cola esperando que abriesen.

Junto a la puerta de la oficina de atención al público había el cartel que reproduzco en la foto. El cartel dice: «Los trabajadores de este edificio les agradecemos de antemano su más escrupuloso silencio mientras aguardan para hacerse la tarjeta. Les animamos a que amenicen su espera en el exterior del edificio ¡Muchas gracias!» Realmente me pareció de bastante mala educación un cartel de este tipo en una zona donde se reciben visitantes de muchos países, pero como buen español no hice caso de la recomendación y seguí esperando. Finalmente me atendieron y acabé aquel día con mi tarjeta de seguridad válida para un solo edificio, pero no importa ya que no hay ningún sistema de seguridad para entrar en ninguno de los edificios de la institución.

Así fue mi experiencia con la seguridad a la española, el contraste con el sistema americano no podía ser mayor. En un lado la seguridad es el objetivo primordial, en el otro lo importante es cumplir el protocolo de seguridad.