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Hará tres columnas atrás que hablé de los pendientes de estrellas inseparables de doña Letizia, regalo de la casa Chanel. Y es que al final ganaron con rapidez las estrellas, fueron «ensalzados al cielo y ya forman dos estrellas más en el firmamento histórico de España, el cambio generacional monárquico esperado por ambos». Ahora es Reina consorte de Felipe VI. Lo que eché en falta del acto de entronización fueron unas palabras a sus hermanas aunque una de ellas esté en un proceso un poco turbio, pero no deja de ser su hermana con quien seguro habrán compartido buenos momentos. Un castigo feroz no estar presente, y ser ignorada por completo en hechos y palabras. Y la ausencia de la figura del padre en el Congreso junto a la Reina Sofía.

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Estuvo bien que a doña Sofía se le rindieran honores, de la mejor manera, con su sola presencia junto a su hijo querido, dando esquinazo a las supuestas cacerías de don Juan Carlos I, rey. Como siempre me decía Jesús Hermida, «te recordarán por tu última crónica». El viejo Rey está denostado y devaluado pero, insisto, no por ello hay que dejar de lado a las personas que no se han ganado un buen currículum. En el acto de proclamación en el Congreso solo primó lo bello, lo bonito, la luz... Lo feo, el recuerdo de la última crónica, lo oscuro no se permitió -premeditadamente- que saliera, ni en un segundo plano. Si antes la ciudadanía vivía la mentira de la relación conyugal de unos reyes profesionales, ahora heredamos la misma mentira de relegar lo feo y apostar porque son profesionales en su deber a España. Pero es lo que queremos, somos fáciles de engañar, manipular con circo, llámese fútbol, toros, el calor del verano...

El Rey Felipe VI junto a Letizia (Reina consorte) y sus hijas (princesa e infanta) quieren dar una nueva imagen de cuento, de estabilidad, sin mácula, impoluta. Quieren ser la balanza de una España que cae sobre su propio peso por el paro, revueltas de jóvenes frustrados, pobreza infantil, autónomos ahogados, independentismo catalán. Y encima para más disgustos La Roja no adormece al pueblo, la jugada les salió como el tiro por la culata. Con la euforia de las victorias todo habría entrado mejor. No podemos escapar de una España agridulce en la que quedará escrito en los libros de texto de nuestros hijos la proclamación de un nuevo Rey, 19 de junio de 2014. Espero que no deje de escribirse en qué contexto recibe la corona. Uno tuvo el reto de democratizar el país, el otro tiene el reto de sacarlo de la miseria. ¡Cuántas cosas se han hecho bien y cuántas mal en un período de tiempo relativamente corto, 39 años!