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Qué haría usted si le dejaran solo en una habitación sin ninguna distracción durante quince minutos? ¿Cuál sería su reacción? El psicólogo Timothy D. Wilson del Departamento de la Universidad de Virginia de Charlottesville (Estados Unidos) ha intentado responder a estas preguntas a través de un minucioso estudio efectuado con personas de diferentes nivel social, cultural y académico de edades comprendidas entre los 18 y los 77 años. El equipo de investigación sometió a los participantes a once pruebas diferentes que consistían, básicamente, en no hacer nada, es decir, en «quedarse solos con sus pensamientos». A tal efecto, les colocaron en una habitación sin amueblar, alejados de cualquier distracción (teléfonos, libros, televisión) con la obligación de permanecer despiertos y sentados en una silla. Los resultados han sido realmente sorprendentes. La mayoría de los participantes no soportaron la idea de no hacer nada en un intervalo entre seis y quince minutos. El hecho de encontrarse a solas con sus «pensamientos» suponía una experiencia negativa. Casi un 90 por ciento de los voluntarios sintieron que su mente se había limitado a vagar de un lado para otro a pesar de que no existía nada que compitiera por su atención. Posteriormente, el equipo del doctor Wilson introdujo una novedad en el estudio. Los participantes podrían experimentar un estímulo negativo en forma de pequeña descarga eléctrica. Para ello, solo tenían que apretar un botón. El estudio refleja que un 67 por ciento de los hombres y un 25 por ciento de las mujeres prefirieron autoadministrarse una descarga eléctrica antes que permanecer sentados sin hacer nada en la habitación. Curiosamente, estas mismas personas habían manifestado con anterioridad que estarían dispuestas a pagar dinero para evitar recibir una descarga eléctrica.

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¿Cómo es posible que tengamos miedo a enfrentarnos a nuestros propios pensamientos? ¿Qué pensar cuando no tenemos nada que hacer? Se trata, sin duda, de preguntas de difícil respuesta. Es cierto que, en ocasiones, nuestra mente queda absorta en ideas interesantes, excitantes fantasías y placenteras ensoñaciones. Sin embargo, en la mayoría de las casos, preferimos la acción al pensamiento. Cuando sentimos que nos vamos a quedar parados, una especie de «descarga eléctrica» –como en el experimento- nos induce a buscar otra cosa en la que fijar nuestra atención. Incluso en aquellos momentos en los que decidimos relajarnos, al poco tiempo cogemos el móvil, miramos las noticias, consultamos los e-mails y respondemos otros tantos whatsapp. La revolución de las redes sociales ha agudizado este problema al provocar que nuestra mente siempre tenga «algo» que hacer antes de vagar con sus pensamientos. Basta imaginarse una bonita puesta de sol. Si quisiéramos «desconectar» nuestra mente, nos sentaríamos en un banco y miraríamos cómo la luz del sol se funde en la línea del horizonte. Ahora, por el contrario, subiremos una foto a Facebook con la puesta de sol. A continuación, pincharemos en el botón de geolocalización y añadiremos algún comentario. Es posible que en dos o tres minutos recibimos varias notificaciones de otros comentarios que nos han escrito nuestros fieles seguidores. Y, mientras respondemos esos mensajes, el sol bajará por el horizonte y, posiblemente, cuando queramos sentirnos «solos», la luz del atardecer ya se habrá marchado hasta nuevo día.

La investigación efectuada por el profesor Wilson debe hacernos reflexionar. ¿Cómo es posible que una persona prefiera tener una sensación negativa en forma de descarga eléctrica antes que quedarse sola con sus pensamientos? Quizá sea el momento de hacer un alto en el camino, respirar hondo y meditar sobre nuestro futuro. Diversos estudios científicos acreditan que la meditación aumenta nuestra capacidad para superar el estrés, mejora la agilidad mental y desarrolla el pensamiento creativo. Puede ser una manera de «reconciliarnos» con nuestra ocupada mente. Y es que ya lo decía el escritor francés La Rochefoucauld: «Si no tenemos paz dentro de nosotros, de nada sirve buscarla fuera».