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Hay una diferencia abismal en las formas de cómo fue elegido Mariano Rajoy y de cómo lo ha sido Pedro Sánchez.
Nunca entendí como la militancia del PP permitió que fuera Aznar quien señalase a su sucesor y que un partido que se reivindica de demócrata acatara una forma tan poco democrática, tan dictatorial y decimonónica.

La elección del nuevo secretario general del partido socialista ha sido un ejemplo de transparencia interna y pública. Bien es verdad que otra cosa muy distinta y puede ser que incluso distante, sean los resultados. El modelo para elegir a un nuevo secretario general no los garantiza.

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Al nuevo secretario general de los socialistas no le van a conceder ni la derecha ni la izquierda los cien días de cortesía. Esas caballerosidades no escritas se fueron por el sumidero de aquellos que basan su mejor forma de hacer política en el barriobajero ejercicio de andar todo el día metiendo palos en la rueda del carro contrario, cuando no el dedo en el ojo del carretero.

Pedro Sánchez no lo va a tener nada fácil con un Mariano Rajoy encastillado en empezar a creerse que «esto» va mejor gracias a él en vez de asumir con humildad que son los sacrificios de los trabajadores los que están permitiendo que este país esté empezando a dar tibios resultados en su economía. Un Mariano Rajoy, además, que va cosechando la peor de las cosechas, la de la palmadita en la espalda sin caer por eso en la cuenta que esa patronal que le jalea no posee en su cuenta de resultados una reserva de votos que le puedan mantener eternizándose en el poder. No obstante tengo prisa en decir que se equivocan aquellos que piensan que Rajoy y su gobierno son torpes. Nada de eso. Precisamente porque no lo son pusieron en práctica lo más negado de sus políticas sociales al principio de su legislatura, jugando con la posibilidad de que cuatro años más tarde, con una mano de obra barata y sumisa serían las condiciones que acabarían por convencer al inversor extranjero que en España, dentro de la crisis, lo primero que había aflorado era la bicoca para el empresariado y por esto empieza resultar beneficioso invertir en España. Si esto empieza a ser así y el mercado laboral se mueve un poco y el año que viene, que es año de lecciones, reducen la presión fiscal y todo ese sofrito aliñado con los «gravísimos peligros» a los que nos había acercado la gestión zapateril, nada de extrañar será que el PP pueda ganar de nuevo las elecciones legislativas.

Lo dicho, Pedro Sánchez no lo va a tener nada fácil, incluso entre sus propias filas se oirán las voces de los que les criticarán porque creen que va despacio o los que le criticarán porque creen que va deprisa.