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Cuando el habitual Orfidal retrasa su somnífero potencial, busco una emisora francesa, casi siempre interesante, y en la que la otra noche en un chat se discutía, nada menos, que sobre la versatilidad del pene, el único miembro que no obedece las directrices de la voluntad… En un recorte de prensa del «El País» (sin fecha, sorry) Gemma Lienas, escritora y periodista, hablando del feminismo mal entendido, ilustraba con mucha sorna las vicisitudes del asunto. Escribía: (…) «Su alucinante ocurrencia de que ellas tienen envidia del pene. ¿Cómo se puede ansiar algo que, por erguirse cuando no es pertinente te deja en evidencia , y te vuelve a dejar en evidencia si no se yergue siendo pertinente?» ¿Me siguen?

El filósofo de turno aseveraba que la desobediencia del pene venía causada por la desobediencia de Eva al aceptar la manzana con que la tentaba la serpiente: la una por la otra; el llamado fruto prohibido del árbol acarreaba la toma de conciencia del bien y del mal… Y citaba a San Agustín, quien en «La Ciudad de Dios» decidió que «Fue después del pecado cuando nace la libido(…), como salario del pecado de la desobediencia». Gatillazo incluido…