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Voy a intentar no pensar en ello. Trataré de no bucear en las redes sociales para no encontrar ninguna foto del destrozo, como las que captura Gemma Andreu con su ojo/cámara. Voy a evitar pasar hoy por ese tramo entre Alaior y Maó (y pitar, como quien grita). Voy a tratar de no oler el fuego de los árboles que arrasan e incendian al paso de las máquinas que perpetran ya el atentado paisajístico: es la misma sensación que me invade cuando sé que personas excepcionalmente bellas van a someterse a una operación de cirugía estética (porque así serán más felices) y deciden moldear las formas de sus narices, pechos, labios, pómulos, glúteos y/o caderas porque alguien ha dicho (muchas veces y desde muchos canales) que son mejor y más deseables de ese otro modo. Indeseables todos ellos. Que se lo digan a Renée Zellweger, la actriz de «El diario de Bridget Jones», que ha cambiado su sonrisa por una cara de cartón. Pues eso.

Y qué bien pensar en Zellweger y no pensar en las rotondas, en serio. Pensar en esa dictadura de lo físico (otra forma de consumir-nos), que ataca sobre todo a las mujeres (como una especie de ébola, del que ya casi no se habla: como si al curarse Teresa Romero se hubiese curado África de todos sus males). Parece que ahora dirijo mis pensamientos: voy por buen camino, pero digo camino y pienso en Luis Alejandre. No, Alejandre no es solo sinónimo de macrorrotondas: celebra también estos días el X Aniversari Illa del Rei, un proyecto que ha capitaneado este ex jefe del Estado Mayor del Ejército y actual conseller de Mobilitat i Projectes de Menorca y que le llena, seguro, de orgullo y satisfacción. No es para menos, sobre todo por el trabajo de los cientos de voluntarios de la asociación Amics de l'Illa de l'Hospital: una labor de recuperación histórica que es para quitarse el sombrero. El islote del Puerto de Maó es historia flotante y con el edificio restaurado del que fuera el hospital militar de referencia en el Mediterráneo allá por el siglo XVIII, se constata que sí, que se puede, con tesón e ilusión (y recaudación de fondos, imprescindible también para conseguir que el esfuerzo se materialice). La isla del Rey corrió el riesgo de convertirse en parador nacional por idea de otro general, Francisco Franco, y también se quedó al borde, mucho después, de ser un hotel de lujo, según cuenta «El Mundo-Baleares», pero no salieron adelante esos disparates y gracias a esta asociación el lugar, de propiedad pública, se ha convertido en una visita obligada para menorquines y turistas.

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Luis Alejandre, al mando (vienen ahora a mi mente los crucigramas: Voz de mando, voz militar. Ar) de las obras de la carretera de las que hoy no quiero hablar, ha expresado en más de una ocasión la importancia de un trabajo ciudadano en la recuperación de esa joya que representa, según él, «la salida de una época de cuarenta años en que todo estaba demasiado estatalizado para pasar a liderar un movimiento de reacción protagonizado por la gente, que es la que trabaja en base a un objetivo que han hecho suyo: recuperar la Isla del Rey». Lástima que no aplique el mismo razonamiento a todos sus proyectos, y es que la defensa de un legado histórico, ambiental y con sello de Reserva de la Biosfera no le debe causar a Alejandre el mismo sentimiento de responsabilidad que ha plasmado en la Isla del Rey. Pero bueno, insisto, que yo no he venido a hablar de esas obras (ni de mi libro, porque no tengo), ni de esa grieta sajada a una tierra cuyo mayor atractivo turístico para el futuro será precisamente su esencia natural; ni quiero nombrar esas rotondas a doble nivel (alguna, en puntos donde no hay cruces), y que si se llevan a cabo supondrán una huella más del despilfarro, de la época marcada por la corrupción, las infraestructuras desproporcionadas, el suelo como víctima y la indecencia política y empresarial. No, me niego: yo quería hablar de otras obras, de las de Miró, por ejemplo. Fui a ver al fin la exposición «Joan Miró. La llum de la nit», en El Roser, en Ciutadella. Fui el último día, después de, según dicen, más de 18.000 almas (se notaban las miradas acumuladas). Trato de escribir/pensar sobre Miró, con aquellos trazos casi infantiles, con aquel mensaje lanzado al mar en una botella rota y vuelven a mi cabeza las rotondas. ¿No estaré desarrollando un trastorno asociativo? Lo consultaré en la próxima asamblea participativa de 'Sos Menorca', este sábado 9 de noviembre, a las 12 horas, en la Plaça des Born de Ciutadella: movimiento/momento de reacción.


@anaharo0