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Me gusta pensar que cuando alguien emprende un camino, antes de mirar hacia adelante debe repasar todo aquello que deja tras de si. Las cosas buenas y las cosas no tan buenas, claro. Hay quien llama experiencia al rastro que cada uno deja atrás y creo que debería servir para que desde este punto en adelante el individuo no cometiera el error que sufrió en una misma situación diez años atrás, por ejemplo. Cuando en algún momento de nuestra insignificante existencia aquella vida ideal que nos hemos formado se tuerce por algún aspecto lo lamentamos desde lo más profundo del alma, desde tan y tan profundo que a veces parece que la conciencia, aquella vocecita que suele incordiar con consejos que pocas veces seguimos y que casi siempre nos parecen que llegan mal y tarde, reside aislada en la uña del dedo pequeño del pie izquierdo. Sí, aquel que suele llevarse los terribles golpes contra la mesita cuando estamos a oscuras. Puede que por esa razón a algunos la conciencia nos funcione a ratos, según las hostias que le damos.

Menudo tostón te he soltado, ¿sigues ahí? A ver si lo mejoro... Resulta que he descubierto una máquina del tiempo. Habita en el Camí des Castell 28, camuflada entre cajas infinitas del Arxiu d'Imatge i So de Menorca. Joan Pau Salort y un pequeño ejército de nostálgicos la manejan al antojo del visitante. Tuve el privilegio de 'viajar' hace unos días. Viajé a una Menorca que no conozco, de la que hasta hace poco solamente me habían hablado entre «creos», «supongos» y otras lagunas con las que la memoria castiga al individuo. Una Menorca alérgica al cemento, sin nada incluido ni por incluir y en la que Galdana, por citar un ejemplo, era majestuosamente verde.

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Este archivo supone una de las auténticas maravillas de la Isla. Una colección de fotografías, vídeos y sonidos de otra época que debería perdurar por encima de ti, de mí y, por supuesto, de ellos. Cualquier esfuerzo para con este tesoro está justificado.

Lo que te comentaba al principio. Quizás, antes de obcecarnos con los túneles, las rotondas, las cárceles, los chiringuitos y toda la mandanga hubiese venido bien uno de esos viajes en el tiempo. Ver dónde estábamos, hasta dónde hemos llegado y hacia dónde vamos. Recordar los errores para no cometerlos de nuevo. Observar lo que era nuestra Menorca, en lo que se ha convertido y lo que, desgraciadamente, será mañana. O pasado.

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