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Las islas de Hawai se las califica muchas veces de paradisíacas. Yo

nunca tuve a ocasión de visitar el paraíso terrenal, aunque me hubiera gustado, nací algo tarde para ello, pero sí puedo decir que basado en la idea genérica que tenemos del paraíso, algo de ello tienen esas islas.

El clima no puede ser mejor. Eso de disfrutar en pleno mes de enero de temperaturas de 25 grados con cielos azules despejados mientras está uno sentado junto al mar es perfecto. La ligera brisa

marina modera la temperatura mejor que cualquier aire acondicionado.

LA VEGETACIÓN muy variada con zonas en que es muy abundante y de carácter tropical y la zonas volcánicas más áridas. Junto a la costa puedes encontrar gran diversidad de árboles, algunos de muchos años con bellísimos troncos retorcidos, cada uno con una personalidad particular. A eso se suma el colorido de la gran variedad de flores que en esa época del año te da una sensación de felicidad y descanso.

El paisaje es único. La orografía es muy interesante con zonas de origen volcánico creando estructuras de gran belleza. Estas estructuras se combinan con playas maravillosas, con un mar de un

azul intenso.

En alguna otra visita a las islas he hablado de las puestas de sol. Son increíbles. La claridad del cielo permite ver como el sol lentamente se sumerge en el horizonte marino. En su despedida, he podido ver mas de una vez el famoso rayo verde, ese último destello verde antes de ocultarse y que fue motivo de una novela de Julio Verne.

Cuando uno combina los tres aspectos: clima, vegetación y paisaje, si se obtiene algo muy sugestivo del paraíso. Esta sensación creo que la compartimos los que estamos aquí. En mis paseos junto a la costa siempre encuentro gente con la sonrisa en los labios y con sensación de relajo. Es esa felicidad que transmite el ambiente que te rodea.

Así uno sumergido en ese ambiente paradisíaco se olvida de los problemas personales y encuentra reposo y tranquilidad. Pero, … ¿dónde están los hawaianos? Es una pregunta que uno puede

plantearse ya que las características raciales nuestras y suyas son muy diferentes y fácilmente identificables.

Poco a poco vienen las respuestas. Pensando uno recuerda que eran los que se ocupaban de la limpieza del hotel, los jardineros y los que recogían las maletas. También los he visto de camareros

y despachando en el supermercado. Además están los que te dan la bienvenida a las islas y te ponen el típico leis, el collar de flores o frutos, alrededor del cuello.

No, no los he visto entre los altos puestos administrativos del hotel, ni entre los organizadores de nuestro congreso anual, ni entre los profesores de las universidades hawaianas que participaban en el congreso. Tampoco los he visto viviendo en las casas junto a la costa, ni alquilando condominios. En la mayoría de casos, las zonas donde viven son poblados interiores alejados del mar. Por ley, todas las playas tienen que tener acceso público. Así los fines de semana sí ves algunas familias locales pasando el día junto al mar.

No solo toda la zona turística está en manos de compañías forasteras, también las grandes plantaciones frutales y los ranchos donde se cría el ganado bovino son propiedad en general de norteamericanos.

EL HOMBRE BLANCO con su generosidad habitual y usando la legalidad de los mercados, echó del paraíso a sus habitantes, pero les ha dado la oportunidad de trabajar en los servicios y los ha convertido al cristianismo.

Evidentemente, cuando tomas conciencia de la situación, tienes un cierto sentido de culpabilidad al disfrutar de este paraíso. Pero no solo es eso lo que me preocupa, uno piensa en España y como algunos político planean, o no planean pero lo llevan acabo, su futuro y me pregunto: ¿Nos muestra Hawai una imagen de lo que puede ser el futuro de nuestro país.