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Fue la primera cuestión que Lluís Camps, como alcalde de Es Castell, planteó al conseller de Medio Ambiente cuando accedió al cargo: la necesidad urgente de solucionar el problema del agua en el municipio y que ésta llegue en condiciones óptimas para el consumo a los hogares. Es la obligación de los municipios, asegurarse de que el agua suministrada a sus vecinos a través de las redes de distribución sea apta para el consumo. Y la de Es Castell supera de largo el límite fijado para los nitratos, los 50 miligramos por litro. Ayer mismo, el Ministerio de Sanidad, mediante el Sistema de Información Nacional de Aguas de Consumo, marcaba en rojo los 77,5 miligramos por litro, que es la concentración de nitratos que tiene ahora el agua que circula por la red de Es Castell, procedente de Trepucó.

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Claro que quizás un adulto tendría que ingerir cantidades ingentes de agua para que ésta tuviera efectos nocivos en su salud -no así lactantes o embarazadas por ejemplo-, pero lo desconozco, es solo 'quizás'. De momento lo que se lee en las analíticas de Sanidad es «agua no apta para el consumo» y los vecinos siguen comprando el preciado líquido embotellado.

Otros alcaldes también intentaron hallar una solución a un problema que desbordaba las posibilidades de un pequeño municipio, aunque sin mucho éxito. Todos se han encontrado con la falta de presupuesto, la crisis, las promesas incumplidas del Govern -con la planta de Muro que no llegó y otros sistemas de purificación innovadores anunciados por la Dirección General de Recursos Hídricos de los que nunca se supo-. Al final parece que la potabilizadora llegará con fondos de la Unión Europea -bienvenida sea-, y será ya al final de otro mandato. Son ya muchos años de reivindicaciones, habrá que beber del grifo para poder creer.