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En las últimas semanas, las tensiones raciales en EE UU se han manifestado en forma explosiva en los sucesos de Baltimore. Ha habido múltiples declaraciones de los políticos sobre la «injustificada violencia» y la necesidad de mantener la calma. No voy a opinar sobre si la violencia está o no justificada, pero si quisiera que en vez de rasgarnos las vestiduras ante tales hechos, paremos y los miremos con cierta perspectiva.

Un error que se comete a menudo es confundir la causa de un evento con el detonante del mismo. En el análisis de fenómenos naturales y sociales usamos con frecuencia el ejemplo de las avalanchas para clarificar esa distinción.

En las laderas de las altas montañas se acumula nieve durante el invierno. Esa acumulación de nieve no es estable y cuando la ladera esta suficientemente cargada, se puede producir una avalancha. Basta a veces un grito o el movimiento de un animal sobre la nieve para que la avalancha se produzca. El grito en este caso es el detonante de la avalancha, pero la causa es la acumulación inestable de nieve. En muchos casos, la avalancha se producirá sea cual sea el detonante.

Si ahora volvemos los ojos a las minorías raciales en América podemos ver la marginación que han sufrido durante siglos. El nivel de pobreza es muy alto, viven en guetos sin muchas posibilidades de salir de ellos, se les margina y trata injustamente. La población en las cárceles de estas minorías es muy alta. Los jóvenes no ven un futuro y en este ambiente todos han perdido su autoestima. En esta situación, el odio y el rencor se acumulan como la nieve en la ladera de la montaña. Cualquier provocación puede ser un detonante que desencadene mucha violencia.

En estos últimos meses no han faltado los detonantes. El número de afroamericanos muertos por la policía sin razón alguna es alto, seis en los últimos seis meses. En estas circunstancias se han producido varias explosiones de violencia siendo las de Baltimore las que han llegado a un nivel más alto. El miedo a las consecuencias mantiene el equilibrio, hasta que la desesperación de algunos lleva a un nivel tal, que el miedo pierde su fuerza.

Una mujer afroamericana sacó a su hijo a la fuerza de los disturbios en los que él participaba lanzando piedras. A esa mujer se le ha llamado madre coraje y la mayoría blanca la ha alabado hipócritamente por su actitud. Pero si escuchamos las palabras de esa mujer : «No quiero que mi hijo muera como Freddy Gray» vemos que su motivación no fue la condena de la violencia, fue el miedo de perder a su hijo.

Se podría pensar que estás situaciones están muy lejos la situación social en España. Ciertamente, en España no existe una tensión racial a este nivel y nunca ha existido, pero si hay tensiones sociales. Hay sectores de la población que son condenadas a la pobreza y a quienes se les margina. Ya tuvieron lugar situaciones de este tipo en el pasado. Algunas llevaron a violencia. No está tan lejos la guerra civil y los horrores que se desencadenaron. Esto ciertamente pertenece al pasado, pero recientemente vemos que se están repitiendo algunas de las situaciones que llevaron a esas explosiones de violencia.

En los últimos años, los trabajos que se crean la mayoría son a tiempo parcial, los ingresos medios han bajado, hay un gran número de desahucios, todo eso lleva a que un sector de la población quede marginado por la pobreza. Mientras, son constantes las noticias de corrupción entre los altos cargos, que a la vez predican austeridad y viven en el lujo.

Para evitar protestas se ha aprobado la llamada ley mordaza, por otra parte el ministro de Justicia hablaba de posibles multas a los medios que comuniques noticias sobre las investigaciones en corrupción. Es la solución tradicional de acallar protestas por el miedo. Así tenemos los dos factores que hacen que se acumule el odio y el rencor como la nieve en la ladera de la montaña.

Esperemos que la situación política cambie para mejor y la nieve se derrita antes de que haya avalanchas. Lo que es claro es que para evitarlas hay que actuar ahora.