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El sustantivo «opinante» hace referencia a alguien que se dedica a opinar en todos los medios, y si la Academia llega a admitir «opinador» podría poner en su carnet de identidad: «profesión, opinador». No, no se trata de un columnista, que sería la persona que escribe una columna como ésta en un periódico o revista, dando su opinión o haciendo un comentario más o menos literario, deportivo, etc. Alguien que da su visión de la vida cotidiana. No, eso podría ser un escritor o un periodista. El opinante u opinador aparece en todos los medios, en la radio, en la televisión, en los periódicos y revistas, en las conferencias, en las mesas redondas y hasta en las fiestas de sociedad y listas si no de los más guapos, sí de los más parlanchines. Otra cosa, el opinante u opinador no tiene límites. No está especializado en nada y lo está en todo. Puede hablar de religión, de política, del último invento, de la enfermedad más rara, de la tendencia más escandalosa, de cómo se llevarán los pechos de mujer, de inundaciones, de tinte para barbas, de referéndums, de bancos, de crisis internas y externas, de independencias de países catalanes o vascos, de dónde se equivocó Hitler, de lo que comía Stalin, de donde deberían hacerse las prospecciones de petróleo, de porqué los griegos harían mejor en dedicarse a fabricar yogur, de la conveniencia de hacer la siesta, de la clase de pescado que hay que comer, de lo que quieren decir los corderos cuando dicen: «¡Beee!...» y de lo que se tercie. Ellos saben por qué perdió el Madrid la liga, saben lo que piensa el Papa, lo que sienten las hormigas un segundo antes de morir, lo que hacen los niños en el limbo y lo que dijo un perro cuando lo capaban, que dijo: «A cada uno lo suyo». El opinante u opinador. Ese hombre o mujer que ostenta un oficio nuevo, hecho de palabras y de algún que otro disparate, porque, ¿me podrían indicar a alguien que pueda hablar de todo sin equivocarse?

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Creo que los ciudadanos de a pie, y los de patinete, los de bicicleta, los de moto, los de coche y hasta los de silla de ruedas somos un poco tontos por hacer caso de estos oráculos que sientan cátedra sobre todas las cosas y por preocuparnos de si fue antes el huevo o la gallina. Creo que deberíamos tener más personalidad y expresar nuestra propia opinión sin que nos la dictaran estos profesionales de la charlatanería que están en todas partes menos en una llamada sensatez. Porque de insensatez es el colmo hacerles caso a estos ora-culos.