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Cruzarte con un tiburón no debe ser tan malo. Acongoja, por supuesto, ya que no todos los días compartes calamuada con un animal de más de 500 kilos, pero cuentan los expertos que los que pululan por nuestras aguas no acostumbran a incluirnos en su menú. Puede que a ti y a mi esta afirmación nos reconforte sentados cómodamente en una terraza o en la toalla porque si nos lo dicen en mitad del océano y rodeados de escualos aunque sean herbívoros, el jamacuco no nos lo quita nadie. Pero, ¿quién teme a quién?

El intercambio de impresiones entre un tiburón blanco y un surfista en Australia conmocionó a los centenares de miles de personas que se toparon con el vídeo en cuestión. En él, el deportista despechaba al animal con algún puñetazo y una evidente cara de pánico. No es de extrañar, a nosotros también nos entraría la mala hostia si nos encontramos con un intruso en el comedor de casa. Quizás no lo quisiésemos morder pero las ganas de arrearle un buen capón serían muy considerables.

Nunca he nadado con un tiburón y por lo tanto no te sabría decir cómo actuaría en el supuesto, pero entiendo el pánico que genera la dichosa aleta emergiendo del agua ligada al innegable recuerdo del éxito de la mano de Steven Spielberg. Dicen que la alarma o falsa alarma del otro día en Cavalleria alteró la calma en la idílica playa, ya suficientemente fracturada por la llegada del mes de agosto.

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La psicosis social es así de puñetera. Nos dejamos llevar por el sentimiento que reina a nuestro alrededor. Subastamos indiscriminadamente el razocionio e invertimos lo que sobra en chillar más fuerte y más sin sentido. Lo mismo pasa con las modas, si al vecino le gusta a ti te encanta. O con las opiniones, si el de al lado piensa esto, a ti, sin informarte, te parece estupendo y, no contento con ello, incluso hablas convencido de que tienes la razón cuando ni si quiera te has informado mínimamente al respecto.

Y qué quieres que te diga, a mi me parece que la desinformación o la intoxicación informativa es más peligrosa que un tiburón. Vale que el animal puede morderte pero lo otro te anula como ser humano.

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