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Antes llamábamos 'intermedio' al tiempo de anuncios que permitía ir a la cocina o al baño sin perderse el argumento de la película. Hoy preferimos el cine sin interrupciones. Pero ¿quién va a reponer las palomitas?.

Los gurús de las tendencias nos anuncian que el futuro consiste en prescindir de los intermediarios. Ya compramos billetes de avión sin agentes de viaje; podemos adquirir una casa sin agencia inmobiliaria de por medio; hacer la compra sin acudir al super; sacar o ingresar dinero sin cajero humano; realizar trámites de todo tipo sin funcionario; reponer recetas sin médico; coger un taxi sin taxista, conocer una noticia sin periodista. Y dicen además que esto es solo el principio (¿del fin?).

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La tendencia a prescindir de los intermediarios es uno de los cambios económicos de mayor trascendencia. Se están transformando o desapareciendo un montón de profesiones clásicas y nadie se preocupa en serio de llevar a cabo una formación a fondo, no de dos tardes, para ayudarnos a adquirir las nuevas capacidades. Nadie puede asegurar que habrá trabajo para todos y que de un empleo se podrá vivir con la dignidad suficiente. La tendencia en este caso también es clara y nada positiva.

A mi me impresiona la nanotecnología, porque consigue hacer pequeño el proyecto más grande. Pero ¿cuál es el proyecto más grande?. Será, como siempre, el de hacer más felices a cuantas más personas mejor. ¿O no?. Porque si al final lo que consigue la tecnología es hacer cada vez más pequeñas a las personas hasta que lleguen a ser invisibles, ¿para qué sirve el progreso?.

Quizás se abre el tiempo de conflicto entre los hombres y las máquinas. Porque al final uno se pregunta: ¿por qué tenemos miedo a un inmigrante que nos quita un empleo y compramos una máquina que elimina mil?.