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En verano veraneamos y en invierno hibernamos. Cuando llega el otoño, no otoñamos ni después del frío primaveramos. Por algo será. El lenguaje dice mucho de nosotros, de nuestra manera de enfocar la realidad y de tomarnos las cosas. Por eso, la temporada estival viene repleta de gente que veranea. Eso no quiere decir que no les preocupen las cosas que pasan o que pasarán, la tensión se palpa en el ambiente, pero con el calor y la humedad ambiental, se van derritiendo los problemas hasta que parecen molestas picaduras de mosquito. La actividad económica sufre una erupción de varios meses y el que puede, ahorra para cuando se calme la cosa y disminuya el consumo. Ya saben que sin consumo, no hay trabajo. Hasta los políticos tienen vacaciones y aprovechan para mezclarse entre el pueblo y así captar mejor sus cabreos e inquietudes. Les espera un regreso trepidante, tan bronceados y con las emociones a flor de piel. ¿Quién ganará? ¿Qué dicen las encuestas esta semana? Acaba una batalla y empieza la siguiente. Estamos entretenidos escuchando cómo van a mejorar las cosas y cómo van a llevarnos, de una vez por todas, a la tierra prometida.

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Menorca es uno de los mejores sitios para veranear. Por eso se ve a la gente tan relajada y feliz, con cara de buenos amigos. Sonriendo. La vida es bella. Y cuando se acabe este estado de placidez y relax que nos embarga, nos pondremos a hibernar hasta que vuelva a sonar el jaleo.