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El episodio de hoy no lo he sacado del congelador de mi juventud, sino que está fresquito, recién salido del mar de la senectud.

Decir ante todo que me promueven las redes sociales, si bien no dispongo de la capacidad necesaria para enfrentarme a ellas. Estar delante del ordenador seis horas diarias, por algunas labores, me predispone a distanciarme de él cuando me levanto del sillón. Lo mismo que les debe suceder por sus ocupaciones a algunos de ustedes. Mis apariciones, por consiguiente, en los medios son esporádicas. Suelo dedicarle no más de cinco minutos cuando me asomo a sus ventanas. Allí están recreándose muchas personas conocidas, que, sinceramente, envidio, porque a pesar de algunas opiniones contrapuestas, creo, es un pasatiempo ameno, donde además hay incrustadas conjeturas y reseñas muy interesantes y divertidas.

Uno de mis amigos en las redes es mi sobrino Berto Mayans Hernández. En verdad una persona entrañable donde las haya. Con Berto intercambio de vez en cuando alguna bromilla. La última de ellas fue dos semanas atrás, cuando advertí que repetidamente propagaba su apego por un grupo de rock, que supuse inglés o americano, recién salido a la palestra. Con la velocidad que me manejo no leí más que el nombre, Bacon Radars. Le pregunté si este conjunto era mejor que los huevos fritos con bacón de mi desayuno. Me confirmó, perspicaz, lo que me temía, que sí, que era infinitamente mejor, que era como desayunar huevos con diamantes o esmeraldas. Le siguieron otras pullas satíricas, recuerdos y abrazos...

Cual no sería mi sorpresa cuando días después veo en «Es Diari» una fotografia del debut de los Bacon Radars en Ciutadella, con Berto de cantante. ¡Comprendí entonces su cacareado amor por el grupo! ¡No eran americanos! ¡Era él! ¡Su grupo! ¡Me quedé en babia! Desconocía, pues, sus inclinaciones y sus aptitudes canoras. Quizá residir lejos de la Isla, por mi parte, supone el desconocimiento de algunas noticias familiares de segundo orden, si bien mi sobrino, de naturaleza reservada, no suele airear sus evoluciones.

Me dirigí raudo a la página web del grupo, Baconradars.bandcamp.com, y descargué sus canciones. Sorprendentemente me encantaron. Digo sorprendentemente porque mi gusto musical corresponde a otra época. Sus canciones, pegadizas, rítmicas, con nervio, sugestionaron mi rancia epidermis. Me empecé a menear como en mi juventud. Eran originales, descarados, con musicalidad. ¡Son buenos!, me dije. Ahondé más en el grupo y mi asombro se convirtió en estupor al averiguar que aquellas canciones supuestamente de grupos encumbrados eran propias, ¡compuestas por ellos! Como todas las personas siento predilección por algunos cantantes, por algunos conjuntos, pero, inequívocamente, sobre todo, admiro a los compositores: los verdaderos protagonistas en realidad de nuestras rítmicas emociones.

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Los Bacon Radars han compuesto 4 canciones. «Shout it out», mi favorita, es un rock verdaderamente pegadizo, melodioso, agradable... pero las otras no le van a la zaga, si bien son más cañeras, lejos de mi década.

Centradas más bien en la de mi hija y sus amigos, quienes me comunicaron que el conjunto les recuerda a «Quadrophenia», The Who o The Strokes; que indudablemente sus canciones son un activo que les potencia y ensalza sobremanera; que Bacon Radars tiende más al rock clásico y progresivo que al pop; que el pop está al alcance de cualquier banda, pero el rock es para los elegidos...

Cada semana mi artículo literario de «Es Diari» se publica también en el periódico «La Opinión de Tenerife». Si se trata de uno claramente insular, menorquín, entonces presento otro. Esta semana será este mismo...Considero que Bacon Radars tiene un nivel que sobrepasa los cielos de nuestra Isla. Sus nubes melódicas son dignas de sobrevolar otros cielos.

Cualquier cielo.

florenciohdez@hotmail.com