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No tengo nada que ratificar, pero en Gran Bretaña parece que sí: tienen una plaga de ratas mutantes, ratas gigantescas, que asuela varias ciudades del sur de Inglaterra; de modo que como dice el refrán a los beatos se les beatifica, a los santos se les santifica, y a las ratas se les ratifica… si se puede. Según el eslogan de Obama, que ha cundido en medios políticos y sociales, sí se puede; pero según los expertos que han estudiado estas ratas mutantes de Inglaterra no se puede, al menos fácilmente. Resulta que son resistentes a los controles de plagas debido a una mutación genética. Tendrían que usar venenos fuertes que son ilegales, puesto que pueden provocar efectos perjudiciales en la fauna silvestre y el medio ambiente. Ahí hay materia para una película de ciencia ficción de las buenas, porque tiene una base sólida en la realidad. También habría trabajo para un nuevo flautista de Hamelín, el que según la fábula de los hermanos Grimm embelesó a las ratas que infestaban la ciudad y se las llevó tras de sí hasta ahogarlas en el río.

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Llegados a este punto debo confesar que he oído la noticia en una radio inglesa, a pesar de que está en todos los medios de comunicación. Decía: «A new plague of super rats is terrorizing Britain». De modo que ahora hasta las ratas son súper, he pensado. Y es que lo del súper se puede oír en todas partes, debido al empobrecimiento del léxico que usamos, por influencia de los medios de comunicación y por falta de dedicación a la lectura. Es fácil oír que algo es súper divertido, que uno se lo ha pasado súper bien aunque ahora esté súper cansado, o que algo es súper bueno, o tope guay del Paraguay, o bien al contrario que alguna cosa resulta súper difícil y uno está hasta los mismísimos de intentar conseguirla. A veces, cuando pasa el avioncito ese de los incendios, uno se asoma a la ventana por si se trata de Superman, que viene a ser súper hombre, o de alguno de sus secuaces, simplemente para comprobar si la vida se ha convertido efectivamente en un cómic violento de buenos y malos y si hace falta un Don Quijote moderno que venga a ridiculizarlos. Pues bien, ahí tienen materia de ficción, folletín de telefilm y pieza de convicción: en Gran Bretaña las ratas ya son súper; sólo falta el antídoto. A lo mejor la salvación consistirá en una rata voladora, con malla ajustada, capa roja y una S en el pecho, o simplemente, como en el Retaule del Flautista, los vecinos tendrán que armarse de ratoneras y de paciencia.