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Black Friday y campaña de Navidad se juntan para incentivar el consumo. A menudo se repite que animar el consumo es la gasolina que permite seguir la tortuosa senda de la recuperación, Es el indicador sobre el estado de nuestra salud económica. Sin embargo hemos vivido la burbuja consumista que nos llevó a la terrible crisis y que ha dejado una enorme lista de víctimas, atadas todavía por las deudas y las hipotecas de entonces.

No me sumo a la teoría del decrecimiento porque creo que en Menorca todavía es necesario apostar por las inversiones para el desarrollo de la economía insular, con una apuesta por la calidad, pero no por la desinversión.

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Sin embargo sí creo en un cambio de los hábitos de consumo. En parte, porque la presión consumista y la estructura comercial generan procesos que perjudican la conservación del medio ambiente, que favorecen el cambio climático, y que obstaculizan el desarrollo de la economía local. Deberíamos consumir menos y hacerlo más con los productos locales, que no necesitan de tanto transporte, uno de los factores principales de emisiones de CO2. Y al mismo tiempo, dejar el coche en casa siempre que sea posible y utilizar otros medios como la bicicleta.

Sueño que los residentes en Menorca se deciden a imitar a Copenhague, un modelo de sostenibilidad, que invierte, a nivel local, el proceso que lleva al cambio climático y que pone en riesgo la supervivencia de la Tierra. Que los menorquines le damos valor al paisaje que tanto amamos y damos un paso para que las futuras generaciones lo continúen disfrutando como lo hacemos ahora nosotros.

No podemos limitarnos a ver en la tele, sentados en el sofá, como los líderes mundiales hablan hoy del clima en París y criticar que no lleguen a acuerdos sin pensar que hemos llenado la nevera de productos cuya producción también perjudica al clima. Y que mañana llenaremos el depósito de gosolina.