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Un filósofo griego fraccionó al hombre en dos calidades: el que aspira a ser y el que aspira a tener. Incluso el que lucha por la subsistencia, incluso éste, propende a uno o a otro fin.

Abocado está, sin duda, el tronco de la naturaleza humana desde su origen a escorarse a uno o a otro lado. No obstante, en adelante, según las circunstancias, según por donde sople el mundano ventarrón, el árbol puede retorcerse hacia el lado opuesto.

Un estudiante universitario, por ejemplo, hasta la conclusión de sus estudios, está constreñido por su precaria economía a vivir a la sombra de si mismo, a reunir inclusive la calderilla para resolver sus necesidades. No le está permitido respirar en consonancia, digamos, con su supuesta calidad. Y consecuentemente, en ocasiones, poco menos que sueña con ser autosuficiente, sueña con el mañana. Porque, hoy, ni por asomo puede aparecer por un restaurante, orlado por algún tenedor en su anagrama. Este escenario, claro está, retuerce el árbol del nuevo licenciado hacia tener... Y más si por otro lado el título académico concedido decreta en su subconsciente que su camino hacia ser ha concluido, como si el filósofo milenario se refiriera a ser abogado o economista. De donde se infiere que, enfrascado como estará en el futuro en tener, dejará a un lado ser... porque ya es.

El personaje político suele pertenecer al grupo de los que aspiran a tener, por ser generalmente universitario. No, no guarda relación con la rapiña, con la corrupción, no, no van por ahí los tiros. En absoluto. Cualquier persona que atraviesa un desierto está ansiosa por avistar un oasis. Tal anhelo es natural, corresponde a la condición humana. Si llega a delinquir, el impulso provendrá de un apartado anexionado a la moral y a la ética, no de su anterior y mísero formato estudiantil.

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Entiendo más preocupante su interrupción en el trayecto que conduce a ser, a la sabiduría, única poción que puede salvaguardar la convivencia mundial. Internado como estará en un bosque, plagado de lobos políticos y financieros que querrán hincarle el diente, se pasará por la entrepierna la «Utopía» de Thomas More, transformándose él mismo en el enésimo hombre lobo.

Naturalmente en este esquema se dan excepciones. Un estudiante de Filosofía, sin ir más lejos, tiene una clara propensión natural hacia ser, difícilmente variable, por lo que no se internará en el bosque, donde su retórica resultaría incomprensible. También pueden considerarse dentro de este panel algunas otras materias de Letras. De hecho, la ausencia de personajes políticos con estudios en humanidades es notoria.

Menorca quizá es señera en este aspecto. La presidenta del Consell, Maite Salord, es filóloga y por extensión escritora, demostración palmaria de su progresión, de su militancia, en la senda de ser.

Esperemos que no se la coman los lobos/as, brío no le falta.

florenciohdez@hotmail.com