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Desconozco qué se siente cuando uno es padre. No sé, por ejemplo, lo que es sonreír de emoción o de orgullo con esos primeros pasos, las primeras palabras o los primeros capítulos de lo que se antoja como una vida entera por vivir. Todavía no me ha llegado el momento. Pero, imagino que será la edad y el ir haciéndome mayor, no puedo pasar por alto algunas cosas que a mí no me gustarían ni como padre ni como hijo. Me refiero al esperpento del otro día en el Congreso de los Diputados protagonizado por Carolina Bescansa, la supermami.

En una época en la que lo digital nos devora por cualquier lado es para echarle en cara a esta señora el valor, la inconsciencia y las narices que tiene y lo poco que parece que quiere a su bebé al manipularlo como una herramienta política. Llegado a este punto quiero dejar claro que dejo la lucha de la mujer a un lado, tengo muy claro los problemas de conciliación, laborales y todo tipo de injusticias con las que deben lidiar en el día a día y que me encantaría que se solucionasen. Pero de ahí a exhibir a su pequeño como un mono de feria delante de miles de cámaras hay mucha diferencia.

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Parece que Carolina Bescansa no sabe o no ha querido saber que tras su espectáculo ha condenado por siempre a su hijo. Este niño crecerá con el estigma de ser «el bebé que trajo la diputada», una herencia en vida que no le desearía a nadie. Su imagen pasando de brazos en brazos vivirá por siempre en la memoria nacional y es algo de lo que no se podrá liberar nunca. Me parece cruel condicionar en ese sentido la existencia de alguien que ni siquiera ha tenido el derecho o la oportunidad de decirle a su madre: «No, no quiero ser el centro de atención», «no quiero que mi cara pixelada cope portadas de todo el mundo». Juan, José, Carlos o como quiera que se llame ya dará igual porque siempre será el bebé del Congreso.

La Ley de Protección de Menores sirve para proteger el honor de aquellos que todavía no están en edad para decidir si quieren hacer esto o aquello, por lo tanto, que están indefensos ante muchos aspectos de la vida. Me parece egoísta esa decisión de Carolina Bescansa de exponer a su hijo porque alguien le debería explicar a esta señora que no está jugando con su vida sino con la de su hijo y por muy madre que seas nadie tiene derecho a hipotecar una existencia en este mundo porque todavía no hay derecho al olvido, ni en Internet ni en la vida real.

Además me parece mezquino querer aparentar lo progre que se es usando un bebé de por medio. Porque al final, la sensación que queda, es la de voler mostrar s'orella, como decimos en Menorca.