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Regresa la celebración del Día de la Mujer Trabajadora, ahora Día Internacional de la Mujer porque trabajar, trabajan todas, las que se quedan en casa y ayudan a que sus respectivos desarrollen su carrera profesional sin cortapisas, sin cobrar por horas (de canguro, limpiadora, enfermera o cocinera), y por supuesto las que además de hacer todo eso, caminamos por la vida haciendo mil equilibrios para compaginarlo todo. A veces estamos cansadas, y hasta creemos que quizás es demasiado, que tal vez hemos dejado muchas cosas por el camino y no sabemos si habrá valido la pena, especialmente cuando las horas robadas son a los hijos. Pensamientos de 'mujer orquesta o multitareas' que no duran mucho, sobre todo cuando se mira alrededor y una es consciente de que la autonomía económica sigue siendo vital cuando fallan otras cosas, como el respeto en la convivencia; sin ella las salidas se reducen, el miedo es mayor, el círculo se hace cada vez más vicioso en aquellos problemas que más nos preocupan, como el de la violencia en el hogar.

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Una mirada a la mujer en el mundo nos devuelve un panorama desolador, no se celebra un día internacional de nada desde una posición de fuerza, así que esta no debería de ser una 'cita florero' en el calendario institucional; los derechos adquiridos siempre han sido peleados y no están garantizados, algo que a veces parece que las generaciones más jóvenes dan por hecho. Y bajan la guardia, también ante comportamientos de control o violentos. Será muy interesante escuchar a la magistrada Francisca Verdejo, invitada a participar en los actos del día de la mujer en Maó, para que nos ayude a entender «qué está pasando», como titula su conferencia del día 1 de abril, porque muchas mujeres están muriendo sin salir de casa.