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Valenciano de Cullera, Joan Piris Frígola fue ordenado obispo de Menorca el 28 de abril de 2001, tras una larga etapa de sede vacante motivada por la designación de Francesc Xavier Ciuraneta como obispo de Lleida. Los planes iniciales de la Nunciatura asignaban a Joan Enric Vives Sicília la sucesión de Ciuraneta Aymí en la sede episcopal de Severo en Ciutadella, pero el obispo auxiliar de Barcelona acabó finalmente como titular de La Seu d'Urgell y también copríncipe de Andorra.

Piris, que fue nombrado obispo de Menorca por el Papa Juan Pablo II, dirigió la diócesis insular entre 2001 y 2008, al ser designado por el Papa Benedicto XVI para desempeñar su actividad pastoral y episcopal en Lleida, que ejerció hasta 2015, cuando fue relevado por Salvador Giménez Valls, el tercer obispo consecutivo procedente de la balear menor que fue nombrado para aquella diócesis catalana.

Ocho años después, la actual situación de sede vacante motiva que Joan Piris regrese a Menorca para presidir los oficios de Semana Santa. Solo había venido, brevemente, en dos ocasiones.

Ahora se reencuentra con la Iglesia menorquina, las parroquias, los sacerdotes, los laicos y los fieles que integran la comunidad eclesial. Estos días vuelve a residir en Cal Bisbe, que fue su casa durante los siete años en Menorca. Piris recuerda vivencias y personas y se emociona.

Prudente, declina comentar quién puede ser el sucesor del obispo Salvador, aunque espera que pronto se sustancie el proceso vaticano para el nombramiento del nuevo prelado. Hace pocos días vino el cardenal arzobispo Antonio Cañizares, que, como metropolitano de Menorca, tomó buena nota de todo lo que vio y escuchó. Las consultas sub secreto pontificio ya han terminado y ahora corresponde a Roma el pronunciamiento.

-Ja està ben cuit- afirma Piris, con una certera frase valenciana.