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La crisis larvada que, desde hace meses, minaba y paralizaba la Conselleria de Transparència, Participació i Cultura, estalló con la renuncia furiosa de Esperança Camps. La delegación de Més per Menorca, formada por Maite Salord, Nel Martí y Mateu Martínez, que se desplazó a Palma con el propósito de apagar el incendio, agravó el problema y precipitó el portazo de la periodista novelista, que aún resuena en el Govern.

Empezaba el tiempo de silencio para definir el alcance de una crisis que minimizaba y pretendía ocultar Més per Menorca. La primera remodelación del Govern Armengol se resuelve en clave menorquina, con la salida de Camps, la entrada de Ruth Mateu y el traslado de Marc Pons. Además, se lleva por delante al ibicenco Joan Boned, que por mucho empeño personal, no podía continuar en el Ejecutivo porque así se lo habían aconsejado los médicos.

Marc Pons deja de ejercer como portavoz, tras negar, inútilmente, tras el Consell de Govern del viernes, la huida de la consellera que ya no se hablaba con sus directores generales.

El hijo del panadero de Es Mercadal, relevo natural de Joan Boned, seguirá ejerciendo sus habilidades como fontanero y enrollará, como le enseñó su padre, finas ensaimadas políticas para Francina Armengol desde la Conselleria de Territorio y Transportes. Pero aún no se ha explicado todo. Falta por saber qué ha ocurrido estos días para que Ruth Mateu, militante de Més per Mallorca, haya ganado el pulso interno a Jaume Gomila.

El director general de Cultura, que el anterior mandato fue nombrado director de la Biblioteca de Maó por el PP, no es considerado un 'pata negra' de Més. El leve aleteo de Esperança Camps ha provocado cuatro cambios. De golpe, acaba la infancia de este Govern que entra en la pubertad. Ya vendrá la edad adulta.