TW

Cumplir la ley por cumplirla sin pararse a considerar si no sería más lógico dada la peculiar situación política, ponerse todos los partidos de acuerdo y convocar elecciones ya mismo. Me refiero a esa pérdida de tiempo de tener que cumplir los plazos de una estéril espera hasta comprobar que no es posible formar un nuevo gobierno con el que presentarse a una sesión de investidura. Si eso no es una lamentable pérdida de tiempo, que venga dios y lo vea. Además, para la ciudadanía, y diré más, para los países de Europa, sobre todo aquellos con los que tenemos tanto en común empezando por el euro, esta manifiesta incapacidad para llegar a algún tipo de acuerdo que permita salir de la atonía, es para España una pésima carta de presentación.

El votante, si alguna vez tuvo dudas, ahora ya no las tiene. Sabe a ciencia cierta que nuestros mandamases son incapaces de ponerse de acuerdo hasta para ir al notario a recoger una herencia. No es que estén vigilantes para que su estilo político no se corrompa, no son esos cuidados lo que les quita el sueño. Lo que les trae a mal traer es poder perder esa oportunidad de llegar a ser l'amo de la Moncloa. Mientras tanto, sus afines husmean el olor de la moqueta, la mullida poltrona, el coche oficial y el trabajo que mayormente supone salir de una reunión para cuando toque meterse en otra. Un trabajo para el que no es menester ni quitarse la corbata ni cambiarse la camisa. O sea, sudores los mínimos, viajar a gastos pagados, aplaudir a rabiar en el parlamento la oratoria del líder, no sea que éste vea que no le estamos aplaudiendo, mientras por lo bajinis desparraman la vista para intentar dilucidar quién podría ser el nuevo timonel por si al actual toca agradecerle los servicios prestados. En el fondo la política tiene sus trabajos, entre atender lo que le conviene al votante que luego tendrá que pagar los sueldos pero sobre todo lo que le conviene al candidato, que no siempre suele ser la misma cosa. Y así vamos echando la peonada.

Noticias relacionadas

El trabajo de buscar apoyos es sin duda la vieja ley de la oferta y la demanda, la de pasar la mano por el lomo y la sonrisa forzada. Es también la ocasión de comprobar que más que amigos, se han cosechado enemigos y que estos ven llegada su hora de saborear íntimamente una venganza largo tiempo guardada. Venganza forjada de desprecios, amalgamada de soberbia y prepotencia. ¡Aquí te quería yo ver! Tú no lo recordarás, pero a mí no se me ha olvidado cuando me mirabas por encima del hombro o cuando desde tus prepotencias contestabas mi parlamento mortificándome con tu oratoria. Todo para arrancar las mezquinas risas de tu bancada. ¡Claro! Así no hay manera de mostrar un plus sincero de generosa empatía para que acabe mandando otro.

Volver sobre los pasos dados puede ser muy fatigoso, como le pasa ahora a Oriol Junqueras en esa hora penosa de tener que venir a Madrid a pedirle dinero al gobierno para no sobrepasar aún más ese bono basura que tan a pulso han alcanzado. Mientras tanto otras autonomías no están en esas quiebras, quizá porque se han gastado sólo el dinero que tenían y no como Catalunya que se ha gastado hasta el que no tenía. Y además, teniendo la ciudadanía la percepción que muchos de esos dineros se han gastado en asuntos completamente prescindibles. Una cosa tan absurda mire usted como el que teniendo parkinson le da por robar cencerros.