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JUEVES, 14

Una oportuna gripe me permite relativizar convenientemente ciertas decepciones futbolísticas. Cuando a uno le duele todo el cuerpo, los dolores del alma se hacen superfluos y nuevos amores sustituyen a los viejos (¡Aúpa, Atlético!) El obligado reposo mental  también me ha hecho reducir al mínimo la lectura de prensa con lo cual he de reconocer que me encuentro mucho más fresco o menos contaminado por el permanente guirigay hispano de incoherencias/corruptelas políticas y  evasiones de impuestos a la panameña, alguna de ellas hasta cierto punto divertida. Porque no le negarán cierta gracia justiciera a que el azote de inmoralidades ajenas y lucecita de los valores tradicionales José Mª Aznar haya sido multado  por Hacienda, siendo él mismo inspector y sin que la televisión pública haya dicho ni mu. Y él, ofendidísimo.

VIERNES 15

Prosigo con la lectura del libro de Daniel Innerarity que comentaba la semana pasada («La política en tiempos de indignación») para tratar de entender algo de lo que está ocurriendo. Según el profesor vasco, buena parte de nuestro malestar con la política corresponde a una nostalgia inadvertida por la comodidad en que se vive donde lo malo no es sabido y se reprimen los desacuerdos. ¿No será que  flota en el ambiente un sentimiento atávico, nunca plenamente superado, de añoranza hacia formas de organización social en las que reine una plácida ignorancia y los políticos no estén todo el día discutiendo?

Lo intuyó Erich Fromm en su mítica obra «El miedo a la libertad» y lo interpretó a la perfección Francisco Franco cuando le aconsejaba al príncipe: «Hágame caso, joven, y no se meta en política…»

SÁBADO, 16

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«Queda inaugurado este pantano» era un lema mil veces repetido en el No-Do (junto con los goles del Real Madrid) que se proyectaba en los cines antes de la película. Y me viene a la memoria cuando mi mujer y yo declaramos inaugurada la temporada luminosa en Calasfonts con un pescadito fresco en una  vorera  magníficamente remozada. Recibo en plena relajación post sirviola  un mensaje de mi viejo amigo C. quien desde los madriles  comenta mi dietario de hoy: «Te veo deprimido por los últimos acontecimientos políticos… y deportivos. Empezamos a no entender lo que nos rodea y eso delata, creo, la edad que tenemos. Estamos en lo mejor de lo peor, así que ánimo y que duremos mucho en condiciones aceptables».

En fin son cosas de adolescentes de la vejez perplejos ante determinados cambios de nuestros cuerpos, nuestras almas y del mundo que nos rodea. Levanto la vista del plato y veo a un matrimonio joven, bellos ejemplares humanos ambos, con sus no menos hermosas criaturas rubias disfrutando del mediodía junto a un mar apenas rizado y de un azul deslumbrante. Un oasis.

DOMINGO, 17

También hoy encuentro noticias estimulantes, como la que protagoniza el Papa Bergoglio al implicarse de lleno en el  asunto de los refugiados. Si la Iglesia tiene un sentido no es  la batalla por la asignatura de la religión ni la lucha contra el matrimonio  homosexual ni la simplificación del tema del aborto, sino su implicación en la defensa de los desfavorecidos. Y en ese campo, Francisco avanza sin dudas con sus divisiones  de tanques solidarios respondiendo así, a posteriori  e irónicamente, a Stalin quien  preguntaba a sus asesores cuántas divisiones tenía el Papa por si valía la pena o no disminuir la presión sobre los católicos soviéticos… Bergoglio no tiene divisiones acorazadas pero si un montón de coraje cívico.

JUEVES, 21 

Miguel de la Catalana me guarda el facsímil del primer número de «El País». Y es que hace la friolera de cuarenta años que, día tras día, paso a recogerlo en su ya mítica librería d'es Camí d'es Castell. Si no llego a tiempo me lo deja en el bar vecino donde aprovechan los días de bonanza madridista para asestarme alguna sonrisa irónica como ocurre estos días después de una década de rostros mohínos. También es mi proveedor habitual de libros, infalible si le das su tiempo, y vale la pena observar su cara de satisfacción cuando el libro ha llegado y lo blande con orgullo desde el mostrador.

Sa Catalana tiene un lugar de honor en la pequeña historia menorquina de la resistencia cultural en tiempos nada fáciles para la cultura y la propia lengua catalana, santo y seña del establecimiento desde su inauguración, hace precisamente cuarenta años, como el propio diario «El País». También es un ejemplo de resistencia hoy día a la razón económica y a la depredación de Amazon. Salud, Miguel, Tiago, Rosa y gracias por vuestra dedicación a lo largo de las décadas.