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VIERNES, 22
En «La locura del solucionismo tecnológico» (Clave Intelectual, 2015), el editor Eugeny Morozov nos explica que el mismo paradigma cultural que nos dio al metrosexual- el varón urbano obsesionado con el aseo y el cuidado del aspecto personal-, también está creando su equivalente digital, el datasexual, que es un individuo muy parecido a usted y a mí, pero lo distingue su preocupación por los datos personales. Son implacablemente digitales, registran con obsesión cada aspecto de su vida personal y creen que la información es sexy. Todos llevan un teléfono inteligente, cualquier aspecto de la existencia humana se mide, se analiza y se comparte...

En cuanto a lo del «solucionismo tecnológico», viene de lejos. Sus feligreses creen que una mejor tecnología y los algoritmos oportunos podrían arrancar de raíz la incomprensión humana. Ya hubo quien en el siglo XIX pensó que el transporte terrestre haría desaparecer las divisiones entre las naciones. Lo mismo se pensó del telégrafo y ya en el siglo XX, del teléfono, la radio y la televisión; en 1915 Jack London anunció que «el mágico cine ha aniquilado el tiempo y la distancia para acercar a las personas de todo el mundo». Pero se trata de falsas esperanzas afirman los críticos del solucionismo tecnológico como Eugeny Morozov, porque no existen soluciones rápidas a este tipo de problemas, dado que sus causas no se hallan en un sistema de transmisión defectuoso sino en objetivos, valores e intereses divergentes.

La tecnología no es el enemigo, concluye Morozov, el enemigo es el solucionador de problemas romántico y revolucionario que la habita. No podemos hacer nada para domar a esa criatura, pero podemos hacer mucho para domar su arma favorita: Internet. Hagámoslo mientras podamos: sería demasiado irónico si la humanidad muriera en el cruce de fuego, justo cuando los que pretenden solucionarlo todo intentan transportar a esa misma humanidad a un mundo sin problemas.

Y es que la búsqueda de la perfección, tan típica de los ambiciosos esquemas solucionistas, no tiene manera de dar cuenta de las complejas sutilezas de la condición humana. That is the question.

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SÁBADO, 23
Despierto con los ecos del mejor jazz en mi cabeza. El magnífico concierto de Jesse Davis y su grupo en el Teatro Principal fue de los que marcan época, y el diálogo vivo y compenetrado entre trompeta y saxo con el apoyo de piano, contrabajo y batería, toda una alegoría de la falta de diálogo a otros niveles. En una improvisada tertulia en pasillos, solo dos optimistas esperamos aún un ataque de seny de última hora que evite las nuevas elecciones, aunque me doy cuenta que es puro voluntarismo.

En la calle me preguntan por un libro de una tal Julia Navarro. Debe de ser uno de estos libracos enormes con mucha trama retorcida. Lo siento, I don't know. Optamos por acudir a Sa Pescateria donde el exquisito J. me enseña a distinguir entre una ostra menorquina (obesa, áspera, poco sutil) y una gallega, menos voluminosa y más fina en matices. Me siento traidor a la identidad y no puedo compensarlo con una racial escupinya porque las que veo son minúsculas, nada que ver con las que sacaba de Cala Figuera cuando era niño, de esas que te llenaban la boca... Y el alma.

DOMINGO, 24
Leo en «El País» una divertida carta al director, «La agotadora vida de un algoritmo», en el que su autor explica su jornada laboral, media jornada trabajando de robot Kiva y la otra media formando parte de un algoritmo en un conocido buscador de Internet. Y aún le queda tiempo para teclear compulsivamente ese artilugio destructor de sobremesas y promotor de accidentes peatonales (en algunas ciudades europeas se están empezando a instalar semáforos en el suelo...), al que llaman teléfono inteligente...

LUNES, 25
Rajoy dice que está en plena forma y que sigue. Pero no dice una palabra de la corrupción estructural de su partido que hace imprescindible un paso atrás de quien no ha sabido atajarla que no es otro que él y su equipo. El gran partido conservador que aglutina a toda la derecha española debería prestar este servicio a la patria: dar paso a otras personas en la cúpula y entonces sí, propiciar un gobierno realmente renovador. Con este gesto probablemente podrían evitarse unas nuevas y redundantes elecciones. Pero Mariano no está por la labor y ha ignorado mi artículo en «El País» («Héroes y villanos de la retirada», 24-I-16) en el que glosaba la figura de políticos que supieron irse a tiempo convirtiéndose en héroes de la retirada y le pedía tomar ejemplo. Pero ¿cómo va a hacer caso de un escribidor de ínsulas baratarias?

MARTES, 26
Algoritmo: «Conjunto ordenado y finito de operaciones que permiten hallar la solución a un problema». ¿Robots y algoritmos? ¿Datasexuales? Ni siquiera ellos podrán evitar el latazo de unas nuevas elecciones...