TW

El ser humano -un ano si me lo permite el señor director- tiene una facilidad para venirse arriba alucinante. Muchos nos movemos por la pasión, multitudes o modas, llámalo como quieras. Así, si al final quedamos como unos imbéciles, oye, quedamos todos y se consuela hasta el más tonto. 

Por ponerte un ejemplo, amigo lector. Lo de llevar barba o algunos peinados estrambóticos. Ahora nos parece lo más guay, estamos convencidos de que luciendo pelazo arriba y debajo de la cara somos los reyes del cotarro. Y no contentos con ello, nos hacemos fotos por doquier presumiendo de estilo sin ser consecuentes con nuestro futuro. ¿Recuerdas esas fotos de cuando ibas al instituto y, por ejemplo, llevabas esos modelitos que por entonces estaban tan de moda y ahora te parecen horrendos? ¿Recuerdas los pantalones de campana o las cazadoras bombers?

Pues sí, pasará. Dentro de unos años en lugar de pensar que tenías la barba más molona del lugar, te verás como una especie de náufrago aseado. O en vez de verte a ti mismo con el peinado más innovador, te preguntarás si por aquel entonces al peluquero le dio un ataque de epilepsia en mitad del servicio e intentarás recordar si encima te cobró por ello.

Noticias relacionadas

La tontuna de la multitud nos consuela y, para qué negarlo, nos viene bien. Así, cuando dentro de un tiempo repasemos nuestros selfies poniendo morros tal que un pato mareado con un día chungo nos alegrará pensar que no fuimos los únicos. Que por aquel entonces los planetas se alinearon de tal forma que nos dio por hacer esta tontería y que, seguramente, si hay vida inteligente en el espacio, al encontrar nuestro planeta se debió marchar sin hacer demasiado ruido pensando que nuestro futuro como especie dejaba mucho que desear.

Estas, y otras cosas, son producto de lo que se conoce como venirse arriba. Resulta que alguien hace algo que nos cae en gracia o simpático y luego lo repetimos como borregos hasta la saciedad. Pero podemos estar tranquilos, ya le pasó primero a nuestros padres con las melenas a lo Camilo Sexto y las hombreras (¿verdad?), y a nuestros abuelos con las sobredosis de gomina y los pantalones por encima del ombligo. 

dgelabertpetrus@gmail.com